Pero según pasan los días, lo que comenzó como esperanza, se va convirtiendo en angustia ante los esquivos requiebros de la chica, cuyas respuestas son más ambiguas que la polarización de un fotón enlazado.
Y cuando ya casi finaliza el curso, ante la inminencia de no volver a verla
e incapaz de soportar por más tiempo la incertidumbre cuántica de sus sentimientos, se arma de valor y decide ir a visitarla de noche, bajo el manto protector de las estrellas del estío, a las que jura observación eterna
y astrofísico estudio si triunfa en su empresa.
Temeroso y casi sin aliento nuestro audaz físico llega al jardincito que rodea el adosado donde habita su dama.
La ventana de su habitación aún titila con el reverberar de una tenue luz, mientras su efímera y adorable figura se vislumbra
como fugaz sombra entre las cortinas.
En esos momentos decisivos busca una piedra, la toma entre sus manos,
alza el brazo para lanzarla … y de pronto se detiene.
Cualquier otro hubiera actuado de forma inconsciente, pero él no,
descubre que no puede emplear una piedra cualquiera, que tiene que medir sus acciones (múltiplos enteros de h).
Ahora ya no tiene remedio, simplemente, ya piensa como un físico.
En primer lugar se da cuenta de que no puede tomar una piedra excesivamente grande, ya que correría el riesgo de romper la ventana,
ni demasiado pequeña, ya que el impacto no generaría el ruido necesario para ser discretamente advertido.
Su mente inquieta comprende al instante que el primer parámetro que debe tener en cuenta es la masa.
También se da cuenta de que una forma excesivamente puntiaguda podría quebrar más fácilmente el cristal, luego la geometría,
incluso la topología, también influyen.
Pero no sólo eso, el material del que se compone el pedrusco también podría influir negativamente en sus pretensiones.
Un material muy blando no haría ruido, uno excesivamente duro, como el cuarzo, podría rayar o incluso romper el vidrio de la ventana.
Después de varias búsquedas infructuosas, parece hallar una buena candidata, una piedrecilla roma con buena relación densidad-dureza.
Pero al lanzarla no alcanza su objetivo, se queda corto.
Un tanto decepcionado se dice: "Lógico, si tiro la piedra con mucha velocidad para que la línea sea casi recta y coincida con la visual, corro el riesgo de una fractura vítrea; si, por el contrario, tiro flojo, como ahora, la trayectoria se curva hacia abajo demasiado pronto y no alcanza la ventana, he olvidado algo,…, ah, el ángulo de tiro…"
Recoge con mimo otra piedra de similares características, se concentra,
alza su brazo con precisión femtométrica y… zas, una ráfaga inesperada de viento le hace perder de nuevo el ansiado blanco.
Contrariado, más por el hecho de que la chica ya parece haberse metido en la cama que por el yerro, se chupa el dedo y determina la dirección del viento. "Esta vez no fallo", se dice, mientras compensa mediante un giro horizontal el ángulo de deflexión producido por el viento.
Pero, la piedra, esta vez, tampoco alcanza el objetivo, ya que un giro inesperado en torno a un eje de simetría le hace perder energía
cinética de traslación.
No dispuesto a rendirse va a intentarlo de nuevo.
Entonces, el viento se arremolina y cambia de dirección.
"¡Maldito sistema caótico…!¡Fractal, más que fractal!
¡Así se te disipe el atractor extraño…", increpa exasperado.
Cualquier otro hubiera desistido, pero él no, se trata de una cuestión de honor, ya se siente físico y busca una nueva solución al problema,
cuyo origen femenino se va difuminando como excusa en unos labios falaces…
Una profunda meditación le lleva a pronunciar esta incomprensible jerga: "Teniendo en cuenta que el área de la ventana es de S m^2 y que el viento desvía las trayectorías +- delta m y que la precisión de mis tiros en función de la masa es de +- epsilon m, eso hace un círculo de radio efectivo R…
lo cual me da una probabilidad de acertar en n tiros de P(n)…,
y como no tengo calculadora, aproximo en primer orden y me sale proporcional a… Claro, que si tiro muchas piedras, alguna llegará…"
Habiendo recorrido el penoso camino desde la partícula puntual a la Física Estadística, ya nada puede detener a nuestro aspirante.
Una lluvia incesante de piedrecillas, cual cascada de rayos cósmicos, golpea aleatoriamente los aledaños de la alcoba deseada.
Como quark confinado en un protón, así guarda la habitación su preciado secreto; como electrones acelerados, las piedras pretenden desvelarlo.
En su furia colisional, nuestro joven amigo no se percata
del sonido de sus impactos…
Cansado ya y sin más objetos arrojadizos, se detiene y queda absorto
y pensativo, preguntándose cómo ha podido errar tanto en el cálculo
de la sección eficaz de la ventana.
Abatido, mira melancólico la ventana y esboza una sonrisa (J) por lo que pudo ser y no ha sido (L), mientras intenta consolarse imaginando la inconfesable idea de un efecto túnel con la chica, sus vertiginosas geodésicas,
sus senos y cosenos, sus puntos umbílicos,… (censurado).
De pronto, una colisión (objeto contundente)-(cráneo)
lo saca de sus ensoñaciones.
Mientras se frota la cabeza con agudo escozor pretendiendo amortiguar
la perturbación sufrida, percibe una ahogada risa que procede de la ventana,
ya casi olvidada.
Allí, envuelta en un camisón de luna, la chica le observa risueña
y complacida…
¿Quién puede saber el final de la historia?
Tal vez el chico, avergonzado, se vuelva a casa cariacontecido preguntándose cómo pudo alguien, de forma tan simple y a la primera, conseguir algo que tantos cálculos le había costado.
Es muy probable que con un final así, este chico acabe de profesor
en la Facultad de Físicas y, queriendo ocultar para siempre tan penosa humillación, torture a sus alumnos con cálculos incomprensibles dirigidos
a enmascarar en lo posible cualquier atisbo de sencillez.
Finalmente, para satisfacer su sed de venganza no hará más que decir,
"Esto es trivial", disfrutando al observar las caras de estupefacción
de sus inocentes discípulos.
O tal vez la chica le pida volver a verse y queden para salir al día siguiente. Quizás la chica le haga abandonar sus paranoias físicas, o quizás no.
O, en el mejor de los casos (¿:?), la chica también quiera ser física y,
por fin, tras muchos sinsabores y esfuerzos, ambos lleguen a formar
esa molécula amorosa que nada ni nadie puede disociar.
En fin, cada uno sabrá su historia, lo importante es ser coherente cual láser
y no desanimarse nunca, pues como dijo el sabio:
"No hay electrón sin espín, ni medida sin incertidumbre"
(En algún otro momento seguiré con esta historia.)