Como una "ola de marfil" bajo un "cielo de vainilla", salvo algunas fuerzas locas para arrancar con los dientes las palabras zagueras con efecto veronal que dan nombre al viejo cuerpo de tus ojos desproporcionados.
En esta sacudida, las maracas despiertan las impresiones lastradas con el peso del amor antes de que el sonsonete rítmico de aquel cariño amordace el crujido de mi trasnochado corazón.
Las enormes bolsas de mis ojos atracados con la vacuna de tu deseo, a modo de un saco de estrellas, despertaron del aburrimiento haciendo lo contrario a todo lo presentido
. Tu cuerpo me gritó: "quiéreme mientras percibes el calor de mi sangre arremolinarse en el baricentro
de mi cuerpo, en el punto más insospechado, donde el aire se mantiene vigoroso mientras me piensas".
Así nació súbitamente el pequeño amor, el más difícil de agotar en este instante que todo tu recuerdo se me viene de golpe cuando afuera llueve y te juzgo remoto.
Ahora cierro los ojos para evitar la ceguera que reconoce la única verdad que encontré:
"toda relación insalubre, cuanto más intensa, tanto más efímera"... Esilleviana