La cucharita de esta mañana, revolvía el lento caminar del café en círculos perezosos, mientras lamía suavemente el vientre de la taza.
Mis manos acariciaban despacio su espalda, deslizándose inconscientes sobre ella para sentir su calor.
Nunca la sujeto por el asa, siempre como un cuenco.
Con la yema de los dedos, menos cuando me quedo ensimismado.
Entonces la sujeto con toda la palma, aspirando despacio ese aroma que huele a entrañable tranquilidad inquieta...
Aferré su sabor mientras intuía su vaho cálido ascendiendo susurrante hasta hacerme cosquillas en la nariz...
Mi desayuno compartido...