Para que ella sea reina es necesario un solo acontecimiento: que se muera la reina.
La viuda de su padre, el rey. Su joven madrastra.
Y hermosa, indolente. Estúpida.
—Esta clase de reina vive largo tiempo si se lo permiten —razona ella.
—Esta clase de reina vive largo tiempo si se lo permiten —razona ella.
Ella que está apurada porque su vientre ya abulta-—.
Será cuestión de conseguir algún marido inocentón que se haga cargo de este hijo.
Pero después. Lo primero es el trono —continúa razonando.
Como todos los paridos en cuna de oro, ella sabe que ese oro se conserva aprovechando los males de la época en beneficio propio. Acusa a la reina de brujería y abandona el castillo.
La acusa ante el pueblo.
—Nada de traer a la Inquisición. Los obispos le restituyen el poder divino a Dios tomando el terrenal para ellos mismos —le parece estar oyendo la voz de su padre.
Mientras tanto se refugia en la finca de una familia plebeya. Son siete hermanos. Varones.
Como todos los paridos en cuna de oro, ella sabe que ese oro se conserva aprovechando los males de la época en beneficio propio. Acusa a la reina de brujería y abandona el castillo.
La acusa ante el pueblo.
—Nada de traer a la Inquisición. Los obispos le restituyen el poder divino a Dios tomando el terrenal para ellos mismos —le parece estar oyendo la voz de su padre.
Mientras tanto se refugia en la finca de una familia plebeya. Son siete hermanos. Varones.
Propietarios de una mina de diamantes. Si el protocolo lo permitiera elegiría marido entre ellos. Son algo rudos, de baja estatura, pero el brillo increíble de esas piedras disimula cualquier defecto ante sus ojos.
Allí, atendida según corresponde a su rango y condición, espera un par de semanas.
Viendo que nada sucede decide ahondar su propia fábula.
Allí, atendida según corresponde a su rango y condición, espera un par de semanas.
Viendo que nada sucede decide ahondar su propia fábula.
Convoca a los jefes del ejército, los más leales.
—Mi madrastra, valiéndose de sus malas artes, ha intentado envenenarme —confiesa entre lágrimas.
La noche de ese mismo día, alguien —nunca se sabrá quien— asesina a la reina.
—La gente simple pensará que se la llevó el diablo —tal vez siga siendo su difunto padre el que habla.
Bajo una nevada memorable, pálida de frío, la princesa vuelve a palacio lista para ser ungida con la corona real. Para honrarla los juglares componen baladas en su honor.
—Mi madrastra, valiéndose de sus malas artes, ha intentado envenenarme —confiesa entre lágrimas.
La noche de ese mismo día, alguien —nunca se sabrá quien— asesina a la reina.
—La gente simple pensará que se la llevó el diablo —tal vez siga siendo su difunto padre el que habla.
Bajo una nevada memorable, pálida de frío, la princesa vuelve a palacio lista para ser ungida con la corona real. Para honrarla los juglares componen baladas en su honor.
Cantan y celebran su vida.
El primer acto de gobierno consiste en dirigirse a la alcoba de la muerta
El primer acto de gobierno consiste en dirigirse a la alcoba de la muerta
y tomar de allí un espejo que siempre codició.