En los primeros años de vida del Universo, cuando apenas contaba con unos pocos cientos de miles de años, frente a la edad actual que se estima en aproximadamente 13.700 millones de años, este se hallaba en un estado totalmente distinto al actual.
El Universo se encontraba en un estado de la materia conocido como plasma el cual impedía que la luz, los fotones, pudieran vagar libremente, sino que se encontraban por así decirlo retenidos, presos en este plasma.
El motivo es que en ese universo primigenio (anterior a los 300.000 años desde el Big Bang) la materia aún no se hallaba configurada de la misma manera que en la actualidad. Aún no existían los átomos tal y como los conocemos actualmente. Lo único que se había formado eran determinados elementos ligeros tales como el H (hidrógeno ligero), su isótopo el deuterio, así como isótopos de Helio y de Litio y algún otro isotopo radiactivo o inestable. En su lugar, lo que existían eran los núcleos atómicos formados por protones y neutrones.
Estos ya se habían formado al principio del todo, aproximadamente a los 3 minutos de vida del Universo, en un proceso conocido como nucleosíntesis primordial.
En ella se unieron los protones con los neutrones formando los primeros nucleos atómicos.
Y estos se mantuvieron durante mucho tiempo en ese estado alejados de los electrones.
En ese plasma que formaban los núcleos y los electrones, los fotones no podían moverse libremente siguiendo una trayectoría "recta" sino que continuamente chocaban y se veían obligados a cambiar su trayectoria.
A cada "paso" que daba un fotón rebotaba con una partícula que hacía que aquel siguiera un camino zigzagueante.
A medida que el Universo se iba expandiendo, la temperatura fue disminuyendo o lo que es lo mismo bajando la energía, permitiendo que los electrones se unieran a los núcleos formándose los primeros átomos estables.
Este proceso se conoce como recombinación, aunque estrictamente hablando se trate de una combinación propiamente dicha ya que era la primera vez que se "combinaban".
Algunos de los primeros átomos aún eran rotos por fotones suficientemente energéticos para romper los enlaces pero a medida que el Universo seguía enfriándose más, la energía de estos fotones cayó lo suficiente como para no ser capaces de romper los átomos. Este proceso ocurrió aproximadamente a los 300.000 años de vida de nuestro Universo. Fue en ese momento cuando los fotones pudieron circular libremente sin ser retenidos por el plasma primigenio, y así han seguido hasta el día de hoy, y esperemos que mañana también...
Desde ese momento se dice que el Universo se hace transparente puesto que permite el libre paso de los fotones, a mí me gusta referirme a él como el "amanecer cósmico".
Y ese estado de plasma, que tan lejano en el tiempo nos parece, se sigue produciendo a día de hoy a relativamente poca distancia, hablando en lenguaje cósmico.
Efectivamente, cada uno de los fotones que nos llegan a diario, que bombardean nuestro planeta, ha tenido que sufrir un duro periplo para poder rozar nuestra cara o calentar nuestro planeta.
Por todos es conocido que los fotones emitidos por el Sol tardan en alcanzarnos unos 8 minutos aproximadamente, esto lo sabe todo el mundo, excepto mi profesor de EGB que nos decía que no nos preocupáramos por una posible "muerte" del Sol puesto que sus efectos no los notaríamos hasta varias generaciones después de la nuestra. Pero lo que no es tan popular es el conocimiento de que esos mismos fotones, forjados en el corazón del Sol han tenido que emprender un duro camino de unos 10 millones de años de duración. Es decir un fotón producido en el centro del Sol emprende un duro camino que le hace rebotar aproximadamente cada centímetro que recorre obligándole a cambiar su trayectoria.
Si su trayectoria hubiera sido en línea recta habría empleado tan sólo 2,5 segundos en alcanzar la superficie.
Así un típico fotón recorre desde el interior del Sol hasta que alcanza la superficie la friolera de 10 millones de años luz, para una vez alcanzada la superficie proseguir su camino con mucha más calma y tranquilidad por el resto del Universo y algunos llegar hasta nosotros.
El motivo es que las condiciones en el interior del Sol son las mismas que en aquel plasma primordial. Mientras que la temperatura en la superficie del Sol es de unos 6000 K, en el interior, en el núcleo, se alcanzan temperaturas de 15 millones de K.
Esto hace que ocurra lo mismo que en nuestro Universo joven, los átomos no pueden formarse y en su lugar existen núcleos y electrones independientes configurando el famoso plasma.
De esta manera los fotones en su camino hacia la superficie Solar "chocan" continuamente y son desviados, lo que los obliga a llevar un camino zigzagueante que les aparta de su trayectoria "recta".
Para que se hagan una idea, los fotones a cada "paso" que dan encuentran una partícula que les desvía, este "paso" se puede cifrar en una media de un centímetro de su andadura.
Es decir un fotón cada centímetro choca y es obligado cambiar de trayectoria en su largo camino para alcanzar la superficie Solar, dura vida la de los fotones...
Esto hace como hemos mencionado antes que la distancia recorrida en su intento de aflorar la superficie del Sol sea enorme (10 millones de años luz) y el tiempo empleado descomunal (10 millones de años).
Una vez alcanzada la superficie, liberados de las ataduras del plasma, los fotones fluyen suavemente y se dispersan por todo el cosmos llegando algunos de ellos hasta nosotros.
Así que cuando están a partir de ahora tumbados en la playa por ejemplo, recibiendo el cálido abrazo de los fotones, pensad en el azaroso camino emprendido por esas diminutas partículas, que han tenido que luchar duramente, abriéndose camino en innumerables encontronazos hasta que pudieron aflorar y deslizarse suavemente hasta llegar a nosotros.