viernes, 3 de octubre de 2014

¿Podría Jesús haber realizado el milagro de las bodas de Caná?


Lectura del Santo Evangelio según San Juan 2: 1-11

1 Y al día tercero se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús.
2 Fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos.
3 Y como faltase el vino, dice a Jesús su madre: "No tienen vino".
4 Y le dice Jesús: "¿Qué tenemos que ver tú y yo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora.
5 Dice su madre a los que servían: "Todo cuanto él os diga, hacedlo.
6 Había allí seis hidrias de piedra, destinadas a la purificación de los judíos, cada una de las cuales podía contener de dos a tres metretas.
7 Díceles Jesús: "Llenad de agua las hidrias". Y las llenaron hasta arriba.
8 Y les dice: "Sacad ahora y llevadlo al maestresala". Y lo llevaron.
9 Mas cuando gustó el maestresala el agua hecha vino —y no sabía de dónde era, pero sabíanlo los que servían, que habían sacado el agua—, llama al esposo el maestresala
10  y le dice: "Todo hombre pone primero el buen vino, y cuando están ya bebidos, pone el peor; tú has reservado el vino bueno hasta ahora.
11 Este que fue el principio de los milagros hízolo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria y creyeron en él sus discípulos.
Sus discípulos creerían en él, pero lo que es un servidor, tiene sus dudas. 
Vamos a ver, ¿cómo es posible transformar agua en vino, así, a pelo?
 ¿Sabía Jesús más química que los químicos? 
¿Era vino berreta y, como tal, más agua que otra cosa? 
¿No solucionaría el milagro de las bodas de Caná con unos simples polvitos de colorante barato del Mercadona de Galilea?
 Que no cunda el pánico entre los fieles. 
Tengamos fe en nuestro Señor y supongamos que el agua era agua y el vino era un cosechero con un 12 % de alcohol etílico (también conocido como etanol) en volumen, por decir algo con un poco de sentido. 
Si mantenemos la fe y seguís leyendo, llegarán a la conclusión de que tendría aún más mérito haber transformado el agua en ron, ginebra o vodka.
Bien, la primera cuestión que debemos resolver tiene que ver con la cantidad de agua contenida en las seis hidrias de las que habla el Evangelio. Como quiera que en cada hidria cabían de dos a tres metretas y éstas, a su vez, equivalen a 38,88 litros de los que usamos hoy en día para expresar la capacidad de nuestras botellas, resulta muy sencillo estimar que el milagro hubo de llevarse a cabo con entre 466,56 y 699,84 litros de agua. Por sencillez, tomaré como valor aproximado una cifra de
 600 litros redondos y lirondos.
En segundo lugar nos encontramos con un problema un tanto sutil y bastante más peliagudo que el anterior.
 En efecto, ¿cómo llevar a cabo la transformación de agua pura, una sustancia compuesta por hidrógeno y oxígeno, en etanol, un compuesto que contiene átomos de carbono? ¿De dónde sacó Jesús el carbono?
 No, no me contesten. Yo mismo les propongo una solución fácil: utilizó el dióxido de carbono del aire o, mejor aún, lo exhaló en su respiración. ¿Correcto?
Bueno, pasemos a otra cosa, mariposa. 
La reacción química de la combustión del etanol es de sobras conocida.
 En ella, un mol de etanol líquido se combina con tres moles de oxígeno gaseoso para dar como resultado tres moles de agua líquida y dos moles de dióxido de carbono gaseoso. 
Más o menos, así:
C2H6O(l) + 3 O2(g)  à 3 H2O(l) + 2 CO2(g)
Conociendo las bondades de la entalpía de reacción, una maravillosa función de estado con la que los químicos se llevan muy bien desde hace muchos muchos años. 
Pues bien, el caso es que cuando uno se entretiene por un momento en calcular el valor del cambio experimentado por la entalpía para la reacción expresada más arriba, y para ello no hay más que efectuar unas elementales operaciones algebraicas con los datos disponibles en estas tablas, se obtiene un número muy significativo: - 1170 kJ/mol
Lo realmente interesante de esta cifra no es su valor numérico concreto, sino su signo negativo, pues esto nos está indicando que la reacción química a la que se refiere es exotérmica, es decir, se produce una liberación de energía.
Dicho de otra forma: la reacción química del etanol con el oxígeno es espontánea, mientras que la reacción inversa, la de combinación de agua con dióxido de carbono para dar lugar a alcohol etílico y oxígeno ha de ser forzosamente endotérmica o, lo que viene a ser lo mismo, nunca sucederá si no se le aporta energía de forma externa.
 Oh, Señor Jesús, volvemos a necesitarte…
Pero aquí no terminan los poderes de Cristo. Por si no lo tenía suficientemente complicado, y muchos de ustedes se estén preguntando de dónde sacaría el hijo de Dios la energía necesaria para que el agua se convirtiese en vino, aún debemos sumarle otra dificultad a nuestro Señor, y ésta no es otra que la energía de activación para que la reacción tenga lugar, pues no siempre que dos moléculas se encuentran reaccionan necesariamente y casi siempre es necesario darles un “empujoncito”. 
En ocasiones, suele ser muy apreciada la presencia de una sustancia denominada catalizador, que hace las funciones de poner la reacción en marcha o facilitarla, cuando menos, disminuyendo en mayor o menor medida la energía de activación necesaria.
Dándole una vez más el beneficio de la duda a nuestro Cristo salvador admitiremos que Él, solamente Él y nadie más que Él conoce el secreto del catalizador perfecto. 
Así pues, lo único que resta es el cálculo de la cantidad de energía que es imprescindible aportarle al agua para que se obre la maravilla y las seis hidrias aparezcan rebosantes de vino, por obra y gracia del Espíritu Santo, ¿quién si no?
Bien, vamos con ello, nada más fácil.
 Si recordamos que en los recipientes teníamos unos 600 litros de agua y que el vino era cosechero con un 12 % de alcohol en volumen, conociendo la masa molar del agua (18 g/mol) se obtiene que el número de moles de ésta debe ascender a 4000. 
Procediendo de forma análoga con el dióxido de carbono, el etanol y el oxígeno (por cada 3 moles de agua se requieren 2 de dióxido de carbono, uno de etanol y 3 de oxígeno, tal y como se puede ver en la reacción química de más arriba) a estos les corresponden, respectivamente, 2667, 1333 y 4000 moles. 
Volviendo una vez más a la tabla con los valores de las entalpías, resulta que la energía que Jesús debe aportar a la reacción endotérmica asciende a 
1656 millones de joules.
 Dicho en lenguaje más vulgar, el equivalente a detonar una bomba de unos 400 kg de TNT.
 ¡Milagro, milagro!
Palabra del Señor…
eltercerprecog