Astrónomos chinos documentaron hace 1.532 años una explosión que consideraron el nacimiento de una estrella, y ahora se ha observado que era la formación de la nebulosa Te 11, ha explicado a Efe David Jones, investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC). En este descubrimiento han participado también astrónomos de la Universidad de Sheffield, ESO, Universidad de La Laguna, CSIC, el Observatorio Astronómico Nacional, la Universidad Nacional Autónoma de México, la Universidad de la Ciudad del Cabo y SALT.
Este trabajo ha sido publicado en la revista «Monthly Notices of the Royal Astronomical Society». David Jones indicó que lo que se ha visto ahora desde telescopios de La Palma y luego desde Sudáfrica y Chile, es un sistema conocido como nova enana, que consta de dos estrellas, una de las cuales es una enana blanca, lo que quiere decir que está en fase de evolución muy avanzada.
Esta estrella enana blanca no posee reacciones nucleares en su interior, por lo que no genera energía sino que sólo es luminosa por la temperatura que conserva. La otra estrella de este sistema es como el Sol pero con un tercio de su masa, indicó David Jones, quien añadió que lo interesante de este sistema es que las dos estrellas están tan próximas que la blanca «está absorbiendo» materia de la otra.
El sistema está tan lejos de la Tierra que sólo se ve un punto y David Jones ha señalado que la materia que va de la estrella parecida al Sol no cae demanera directa a la enana blanca, sino que forma una especie de disco a su alrededor.
Lo que han visto astrónomos en este sistema es que el disco de materia que está en torno a la enana blanca no es muy estable, y esa inestabilidad provoca que periódicamente caiga más material de lo «normal» a la superficie de la enana blanca, con lo que se genera mucha más energía y por ello aumenta el brillo hasta diez veces provocando su clasificación como nova enana.
El periodo entre cada caída y cada aumento de brillo que provoca puede ser de meses a décadas, y en este caso es de un par de años dijo David Jones.
El astrónomo ha manifestado que este hallazgo también es interesante el hecho de que antes de estudiar la nova enana pensaban que se trataba de otro tipo de objeto, en particular de una nebulosa planetaria, pero tras estudiar la estrella central observaron que la materia que hay alrededor del sistema puede ser un lanzamiento de materia anterior.
También ha recordado que hay otro tipo de novas llamadas novas clásicas, que son más explosivas que las enanas y en las que si suficiente materia llega a caer en la enana blanca, ésta puede volver a tener reacciones nucleares en la superficie. Esas reacciones se manifiestan como una explosión nuclear en la superficie de la enana blanca.
En estos casos el brillo del sistema puede aumentar entre cien y mil veces; un incremento tan grande que significa que en algunos casos se puede ver sin telescopios como pudieron hacer los astrónomos chinos que documentaron la explosión de Te 11 como la aparición hace 1.532 años, en la constelación de Orión.
David Jones señaló que la nebulosa que se ve ahora es lo que queda de aquella explosión, aunque su forma no es típica de los remanentes de nova.
Los astrónomos creen que el hecho de que la nebulosa «Te 11» sea “rara” se debe en parte al hecho de que pasa por Orión, donde hay mucha materia densa formando nuevas estrellas. Opinan los astrónomos que la interacción entre la explosión de la nova enana y esa materia densa que está suelta en la Constelación de Orión, ha hecho una nebulosa tan «rara» como «Te 11», aunque, reconoció David Jones, no está muy clara su evolución.
¿Qué son las novas y en qué se diferencian de las supernovas?
Las novas o a veces llamadas novas comunes para diferenciarlas de las supernovas, son estallidos explosivos producidos en pares de estrellas próximas. Estos estallidos ocurren cuando una de las estrellas del par acumula material a partir de la otra y se llega a una masa crítica a partir de estos desechos. En ese momento, la materia que ha caído a la superficie se fusiona repentinamente lo que hace que la estrella aumente considerablemente de brillo. Para un observador distante (desde la Tierra, por ejemplo), da la impresión de que una nueva estrella está surgiendo de la nada. Las novas son bastante usuales de observar, a diferencia de las supernovas. Una de ellas particularmente brillante estalló en el año 1975 (o, mejor dicho, su luz proveniente del estallido llegó en ese año) entre las estrellas de la constelación del Cisne. En su pico de emisión de luz llegó a la magnitud 2 aproximadamente, de modo que pudo ser observada a simple vista perfectamente.
De manera que una nova representa una explosión producto de la fusión nuclear causada por la acumulación de material sobre la superficie de la estrella.
Este material es en su mayoría hidrógeno.
Pero, ¿Qué estrella tiene la suficiente gravedad en superficie como para producir fusión termonuclear?
La respuesta es que se trata de estrellas enanas blancas, las cuales poseen una estructura denominada “degenerada”, donde la compresión debida a la gravedad es contrarrestada por el empaquetamiento entre electrones y la resistencia es aportada por el principio de exclusión de Pauli.
La situación ideal para que se produzca una nova es que el sistema binario sea cerrado, es decir, que sus dos miembros orbiten muy cerca entre sí. Luego, uno de los componentes tiene que ser una enana blanca, una estrella compuesta principalmente por carbono, de la cual han cesado todas las reacciones termonucleares y que se va enfriando paulatinamente. La masa característica de las enanas blancas está por debajo del Límite de Chandrasekhar de 1,44 masas solares. La otra componente del sistema será una estrella saliente de la secuencia principal, una estrella que esté en las etapas finales de su vida y que se ha hinchado hasta llegar a ser una gigante o supergigante roja.
De esta manera la situación es la ideal para que de la estrella roja se produzca una transferencia de material superficial hacia la enana blanca.