Cada día, poco después del amanecer,
le doy la bienvenida, nadando a su alrededor.
Inicio con ella una danza en la que ambos cambiamos de color,
paseamos entrelazados y hacemos piruetas juntos.
Diez minutos de mutua seducción,
diez minutos durante los que ignoramos al resto del mundo.
Nos despedimos después,
separándonos hasta el siguiente amanecer…
Si un día a perdiera tardaría mucho tiempo en volver a tomar otra pareja;
puede que incluso no volviera a enamorarme jamás….
adolfocanals@educ.ar
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