
El y Ella se sentían insatisfechos con la vida que les había tocado en suerte.
No era fácil someterse, día tras día, a las amargas vicisitudes que para ellos iba trazando la pluma mediocre de El, un joven escritor atormentado que proyectaba en ellos su enfado con el mundo. El y Ella tenían usurpada la posibilidad de decir o callar lo que querían, y, lo que es peor, de pensar por sí mismos.
Eran esclavos de su creador.
Se rebelaron en silencio.
Hicieron las valijas y huyeron.
Dejaron atrás cientos de páginas, aquella vieja máquina de escribir, y al joven escritor.
Vagan ahora por un sinuoso limbo de mentes indeterminadas, esperando que alguna repare en ellos y se decida a darles una vida mejor.
Extraña y caprichosa reencarnación de personajes.
Pero me pregunto cómo fueron capaces de sublevarse cuando su autor pensaba por ellos.
¿Quizás el rebelde fue El?
¿O es que en el fondo no hubo rebelión alguna?
Quizás... el rebelde haya sido yo imaginando para ellos esta historia.
adolfocanals@educ.ar
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