martes, 29 de julio de 2008

Jaque mate ...


Abrí la puerta, entré y mirando al pasillo esperé que a mi espalda sonara una de las onomatopeyas más repetidas de mi infancia.

Los primeros pasos en el corredor hacían saltar mis pies entre aquel piso blanco y negro de enormes baldosas.

Los mismos saltos que daba con astucia, creía yo, entre el tablero de ajedrez, mientras miraba las manos de mi padre agarrando la cabeza de la reina. Ni siquiera en el juego era sincero. Le era fácil vencerme, fui un contrincante ingenuo. Pero se dejaba ganar para terminar cuanto antes. Ya se había dado por vencido.

Todo sigue igual. A los lados del pasillo, se abren dos salones con sofás de cuero color ámbar; en el de la izquierda caía sobre ellos el sol del atardecer, el otro salón era más oscuro.

El suelo sigue crujiendo a pesar de las alfombras, que llegaron de tierras amarillas, aunque yo entonces no sabía dónde estaba ese lugar, pero creía que se encontraba justo al final del mar que veía tan inmenso desde el cuarto de cristales, encima del último piso.

Pero me equivocaba, aquel mar daba al norte, era frío como un suspiro.

adolfocanals@educ.ar

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