jueves, 24 de julio de 2008

Marcel Proust.


“Y de pronto las consecuencias se agolpaban en mi mente; pues tratárase de reminiscencias del género del ruido del tenedor o del sabor de la magdalena, o de aquellas verdades escritas a base de figuras cuyo sentido intentaba yo encontrar en mi mente, donde campanarios y malezas componían un jeroglífico complicado y florido, su primer carácter era que yo no podía elegirlas a mi antojo, que se me daban tal cual. Y sentía que eso debía de ser la prueba de su autenticidad [...]. Mas justamente la manera fortuita e inevitable de haber dado con la sensación garantizaba la verdad del pasado resucitado, de las imágenes desencadenadas, puesto que sentimos su esfuerzo por emerger a la luz, lo mismo que sentimos el goce de la realidad recobrada. Garantizaba asimismo la verdad de toda la composición formada de impresiones contemporáneas reavivadas, con esa infalible proporción de luz y de sombra, de relieve y de omisión, de recuerdo y de olvido que la memoria o la observación conscientes ignorarán siempre.”

Marcel Proust en ‘De la imaginación y del deseo’

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