Dicho así parece muy sofisticado, pero si lo piensas es sólo un enorme cilindro que hace girar las partículas… y girar, y girar, y girar, cada vez más rápido (a velocidades cercanas a c), hasta que las estrella contra una pared. Eso sí, una pared llena de sensores que en una fracción de segundo intentan leer e identificar todos esos trocitos de partículas, hasta que a veces encuentran en uno de esos trocitos una partícula con un comportamiento especial.
De esta forma se pretende descubrir partículas como el Bosón de Higgs, cuya existencia y comportamiento permitiría entender y unificar, por lo menos en parte, las 4 interacciones fundamentales (nuclear fuerte, nuclear débil, electromagnetismo y gravedad), y acercarnos un poco más a la Teoría de la Gran Unificación.
¿Y para que sirve esto? te preguntarás. Entender la física y poder aplicarla supone siempre un avance en la tecnología que nos rodea. Si no fuera por la física cuántica y la dualidad onda-corpúsculo la televisión no existiría, ya que por ello se sabe que si un electrón golpea contra una pantalla de fósforo emite un color u otro, según su velocidad. El microondas, las telecomunicaciones, la era digital… toda nuestra tecnología está basada en el electromagnetismo.
¿Qué pasaría si se descubrieran partículas hasta ahora hipotéticas como el gravitón, responsable de la atracción entre dos masas, o el taquión, usado por Asimov en sus novelas, que se supone que alcanza velocidades mayores que c? Lo que me resulta más gracioso del taquión es que su masa en reposo es un número imaginario, si es que Einstein tenía una chispa… Y existen muchísimas más partículas hipotéticas por confirmar.
Aunque quizás todas estas elucubraciones se queden en la teoría, y el LHC se convierta en un inútil gasto de millones de dólares… o que se produzca el fin del mundo, como algunos alarmistas paranoico sostiene.
adolfocanals@educ.ar
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