El abuelo le contaba cuentos.
Sus ojos pequeños hablaban de los juegos
en el patio de la escuela,
de sus amigos del barrio, de la guerra.
Ella estaba a merced de su voz.
Le acunaba su nostalgia de emigrado,
cada una de las óperas que silbaba
al dar su vueltita por las tardes.
Sus ojos pequeños hablaban de los juegos
en el patio de la escuela,
de sus amigos del barrio, de la guerra.
Ella estaba a merced de su voz.
Le acunaba su nostalgia de emigrado,
cada una de las óperas que silbaba
al dar su vueltita por las tardes.
Era música también el ruido de sus zapatos
gastando el pavimento
y los envoltorios de caramelos que crujían en su bolsillo.
Fueron amigos.
A veces se peleaban.
Otras jugaban a las escondidas,
pero ella sabía que él siempre estaba allí,
al acecho de su soledad, aunque se ocultara.
Hasta que una tarde se diluyó.
Y poco a poco conseguía oír acordes
donde otros escuchaban zumbidos.
gastando el pavimento
y los envoltorios de caramelos que crujían en su bolsillo.
Fueron amigos.
A veces se peleaban.
Otras jugaban a las escondidas,
pero ella sabía que él siempre estaba allí,
al acecho de su soledad, aunque se ocultara.
Hasta que una tarde se diluyó.
Y poco a poco conseguía oír acordes
donde otros escuchaban zumbidos.
adolfocanals@educ.ar

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