jueves, 28 de agosto de 2008

Dora ... Ella.


Ella,
sorprendida por un súbito entender,
deposita con suavidad su manos en el suelo y permanece en cuclillas,
atenta al desarrollo de los enlaces que se producen
en la pantalla de su mente.


La tarde cae con un despliegue de rojos.
Y un silencio redondo protege sus descubrimientos.


La repetición de los nombres de Dios,
rítmicamente, vuelve desde el infinito.

Y hace su aliento sereno y profundo.

Le sobreviene a esa Ella tan esquiva
que habita en lo más profundo de su corazón.


Experimenta un nuevo contacto con el Despertar.

Ve la estrella en una especie de sueño que vive sin dormirse.

Primero su luz ardiente. Su impaciencia.
Luego su búsqueda. Su confusión. Y soledad.

Al fin, su reencuentro total consigo misma.

Ve que sus diamantes aparecen casi todos juntos en el Camino.

Ella,
durante espacios y silencios
deberá buscar su ritmo más interno a través de la

magia de aquel cuento.

No hay dualidad.
No hay nada que comprender.
El equilibrio se expresa simples vibraciones.


adolfocanals@educ.ar

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