jueves, 7 de agosto de 2008

Ella y su flauta.

Rara vez sus diminutos zapatos tocaban suelo,
pero hasta los pájaros necesitan posarse a descansar.

Sentada en las escaleritas, tocando.

La melodía de su flauta acariciaba la brisa,
sollozar calle a bajo, danzando con regueros de hojas secas y charcos.

Y a cada nota se balanceaban dulcemente los esqueletos de edificios,
intentando abrazarse.

Y algún gato pardo y curioso la observaba resguardado de las gotitas,
que aún lloraban los tejados.

Menguaba el tono al taparse la luna de plata y verde,
regalando un
azul a la sólida oscuridad.

Se perdía en ella.

Dejando divagar deseos al vuelo, y al volver de éstos,
crecía su son suavemente,
los recovecos ciegos de luz se ahogaban,
y el sentir despertaba el cúmulo estelar.

Sonreía entonces con complicidad melancólica.

Y tocaba de nuevo, ahora sin pensar.

adolfocanals@educ.ar

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