martes, 26 de agosto de 2008

Hatshepsut, la primera faraona.


Hatshepsut, la hija mayor de Tutmosis que ocupó su trono, guerrera hija de guerrero, decidió llamarse rey y no reina. Porque reinas, mujeres de reyes, había habido otras, pero hatshepsut era única, la hija del sol, la mandamás, la de veras.
Y éste faraón con tetas usó casco, manto y barba de utilería, y dió a Egipto veinte años de prosperidad y gloria.

El sobrinito por ella criado, que de ella había aprendido las artes de la guerra y el buen gobierno, mató su memoria. Él mandó que esa usurpadora del poder masculino fuera borrada de la lista de los faraones, que su nombre y su imagen fueran suprimidos de las pinturas y de las estelas y que fueran demolidas todas las estatuas que ella había erigido a su propia gloria.

Pero algunas estatuas y algunas inscripciones se salvaron de la purga, y gracias a esa ineficiencia sabemos que sí existió una faraona disfrazada de hombre, la mortal que no quiso morir, la que anunció:

"mi halcón vuela hacia la eternidad, más allá de las banderas del reino..."

adolfocanals@educ.ar

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