domingo, 10 de agosto de 2008

Relatos domésticos.

Ilustración: Leonor Perez

Algunos dicen que no piensan. Otros dicen que no sienten y que se quedan sólo por instinto.
Pero quienes hayan tenido un perro o un gato sabrán lo que significa compartir con ellos la vida.
Un ronroneo o un movimiento gracioso de cola, puede alegrar un mal día, tranquilizar un alma inquieta, sacudir la nostalgia de un viejo y el llanto de un niño.

Quienes hayan tenido un perro o un gato, sabrán de ese vínculo indescriptible que se provoca cuando se cruzan las miradas, en la ternura de un regaloneo y en los llamados de atención por un cojín destruido.

Quienes hayan tenido un perro o un gato sabrán que uno más ocupa un lugar en la familia, que su presencia silenciosa o inquieta forma parte de vida, tanto que cuando han partido sus ruiditos mañas y costumbres se extrañan dolorosamente.

Cuando un perro o un gato habitan una casa se respira menos soledad y más ternura.
Se escriben historias de vínculos honestos y afectos desinteresados.

adolfocanals@educ.ar

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