jueves, 14 de agosto de 2008

Un cuento para Darío...



- Que pasa Darío ¿Por qué ese grito?

- Mi oso tiene dientes… fue lo que alcanzó a decir antes de que su mamá comenzara a hablarle.

- Darío basta, tu oso es el mismo de siempre, no tiene nada –

Y lo tomó y sacudió pero Darío le pidió que lo dejara en donde estaba.

- Darío ya no eres un bebé, tienes que aprender a dormir solo, pronto te acostumbrarás - y dicho esto le dio un beso y se fue a dormir .
De nuevo Darío se quedó solo a oscuras en su habitación y lamentablemente la tormenta continuaba su curso, el problema era que cada vez que un rayo entraba en destellos, Darío se percataba de como las cosas empeoraban.
Lo más terrorífico fue darse cuenta que tras cada centellar su oso, aquel que a la luz del rayo parecía feroz, se iba acercando.

No puede ser – pensó Darío y resfregándose lo ojos miraba atónico lo que estaba sucediendo.
El pequeño oso que estaba en la repisa al siguiente destello estaba en la cómoda justo debajo.
De repente el cuarto quedaba a oscuras y no podía ver lo que pasaba, pero el terror lo invadía.
Qué pasaría cuando el cielo se volviera iluminar?
En donde estaría ese oso ahora?
Así el cuarto se volvió a iluminar para comprobar que su oso estaba en el piso.

- Mamá!!!

- Ahora que Darío …

- Mirá, el oso se movió … te juro que se está moviendo!

La mamá entró enojada a la habitación.

Darío por favor, seguro se calló después que lo tomé – y lo volvió a poner en la repisa –
Cómo es posible que te comportes así?
No volveré a venir, tengo sueño y tu también tienes que descansar.


Darío se quedó desconsolado, la tormenta seguía, su madre no volvería y parecía que el oso no quería quedarse quieto.
Una vez que los rayos comenzaron de nuevo inició su recorrido …
así en un momento estaba en la repisa, al siguiente rayo aparecía en la cómoda y de nuevo al piso.
Darío se tapaba con la sábana y volvía a mirar apenas asomando los ojos para comprobar que cada vez que se iluminaba el cuarto, su oso estaba más cerca …


Cuando finalmente estaba a su lado y Darío lo pudo ver muy cerca de él,
paralizado por el miedo y con la voz ahogada le preguntó:


- Qué quieres, qué quieres de mi …?

- Nada contestó el oso …

Darío solo sintió en la oscuridad un bulto peludo que se acurrucaba en sus brazos.

- Tienes miedo acaso? Creyó escuchar un tenue “sí” o... ¿fue la cabeza de su oso asintiendo?
- No te preocupes son solo descargas eléctricas y sonidos, no pasa nada - dijo el niño.

Y tratando de consolar a su oso se quedó dormido .

Su mamá se acercó en la mañana a despertarlo para ir la escuela, se sonrió al verlo abrazado a su oso.



Ilustraciones: Mallé Westinner.

Darío : mi nieto
Su mamá : Paula, mi hija.
Yo: su abuelo.

adofocanals@educ.ar

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