Se sabe que hay cuatro elementos: aire, agua, tierra y fuego. Se sabe también que nosotros, los hombres, descendientes de Adán, vivimos en el aire, que estamos rodeados, como los peces lo están por el agua. Para los peces la onda reemplaza el aire, para los hombres, el aire reemplaza el agua. Cada criatura es apropiada al elemento en el que está sumergida; los ondinos, concebidos para vivir en el agua, se asombran al vernos vivir en el aire, como nosotros nos admiramos de verlos vivir en el agua. De la misma forma, los gnomos atraviesan sin la menor dificultad las rocas más densas, como nosotros atravesamos el aire, porque la tierra está en su caos y porque este caos está formado por piedras y rocas, como el nuestro lo está de aire.
Cuanto más espeso es el caos, sus habitantes son más sutiles, y viceversa. Los gnomos, que habitan un caos espeso, son sutiles; el hombre, que habita un caos sutil, es espeso. Son los silvestres los que se parecen más a nosotros; viven en el aire, se sofocan en el agua, se aplastan bajo tierra y se consumen en el fuego.
Cuanto más espeso es el caos, sus habitantes son más sutiles, y viceversa. Los gnomos, que habitan un caos espeso, son sutiles; el hombre, que habita un caos sutil, es espeso. Son los silvestres los que se parecen más a nosotros; viven en el aire, se sofocan en el agua, se aplastan bajo tierra y se consumen en el fuego.
(Paracelso en ‘Tratado de las ninfas, silfos, pigmeos, salamandras y otros seres’ )
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