La pintura blanca de mi cara se junta con la roja de mi boca y se volvió rosa, un color distinto al de mi vida pero al cual no le hago caso y siempre la tiño de colores vivos y alegres. Al menos trato siempre de hacerlo.
Soy quien quieren ver, quien quiero ser cuando me ven y quien suponen que soy, pero en realidad soy quien no conocen y nunca saben ver. Detrás de todo, detrás de la máscara sin pintura estoy yo, el habitante, el singular habitante de este cuerpo y poseedor de este carisma y esta alma.
Más eso nunca importa, tan solo importa lo que quieren ver, lo colorido y lo que les llena la barriga, lo que los contiene, los que los alimenta, tan solo eso siempre importa y por tan solo eso luchan, o al menos creen hacerlo.
Esta noche me distrae la oscuridad, algo raro, pero esta noche lo hace, y no vivo en una carpa de circo, vivo en una habitación con paredes igual a la de cualquiera, con mis lios y mis alegrias, pero esta noche las paredes de esta habitación parecen flamear como la lona de una carpa de circo al viento helado y nocturno mientras una oscuridad acechante me espía entre las rendijas.
Tengo una flor que es mía, es mi única amiga, es la que me hace sonreír sin importarle tiempo o estación.
Es mi tesoro, simple, chiquito, vulgar, pero imponente. A ella no la hago reír, ella lo hace conmigo pero no siendo mi payaso sino siendo mi amiga. Ya no juego con los espejos, mirando mi cara ellos reflejan la pintura, la careta que dibujo sobre mí, por eso aprendí tan solo a mirar mis ojos que son lo único que hablan de mí y muestran la verdadera sonrisa del payaso.
adolfocanals@educ.ar
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