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Pintura: Arman Pierre
Aquí y ahora que nadie me oye voy a confesarme convencido de portar el
don de reconocer a los virtuosos de la música.
Incluso antes de que hayan aprendido la técnica necesaria para tocar un instrumento,
yo sé intuitivamente quien llegará a serlo.
Así fue como entendí pronto que ella sería una violinista virtuosa.
Llegué a sus manos tras pasar por muchas otras: manos firmes
, delicadas, serias, tiernas, enfadadas, dulces, enérgicas, alegres, melancólicas...
Pero ningunas transmitían nada parecido a las suyas.
De todas formas no lo supe sólo por su tacto.
Fue por una sensación más global.
Y en parte por ese encanto suyo que entonces, como ahora,
se dibujaba en su sonrisa y brillaba en sus ojos.
También quiero revelar algo más: desde que ella me pone voz,
no he vuelto nunca a desear ser piano para sentir
las caricias transformarse en notas,
ni saxofón para trocar besos por melodías.
Y es que con sus cosquillas vibro hasta llegar a lo más alto.
Hoy afirmo que soy feliz siendo violín y viviendo entre sus manos…
(Un lugar Soñado)
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