En una habitación de color mantequilla estaba mi cama, un cuarto de baño, un televisor y lo más maravilloso: un teléfono. Era lo más importante, sería con lo que me comunicaría por 20 días con el mundo, con mis hijos, con mis padres y mis amigos... Era mi aislamiento, mi soledad obligada, mi entorno por muchos días. Entré sola, se cerró la gruesa puerta tras de mí. Una puerta de plomo con una mirilla de doble vidrio. De pronto me encontré en esa habitación como perdida y atrapada. No podía salir de allí. No debía.
Una pequeña ventana hacia Providencia me conectaba con la realidad. Todo chiquito se veía desde el quinto piso. Pasé horas mirando por esa ventana, era mi compañera, mi único medio por el cual veía solo cabezas que caminaban rápido en el día y las vacías calles en la noche.
Me comenzaba a sentir mal, muchas nauseas, mi cabeza explotaba, a veces lloraba, otras reía (sola...que tonta). Dios !!!...los días no terminaban de pasar. Todo sea por sacarme este enemigo de mi cuerpo; me conformaba. Ahora me quedaba esperar.
En el silencio de las noches pensaba que 20 días eran tanto pero era el precio que debía pagar para derrotar a este enemigo que aún está conmigo, pero tranquilo, no me agrede...está quieto, dormido. Que no despierte por favor !!!!...todo de nuevo no.
Bueno, el monstruo despertó 5 veces más... La habitación amarilla ya era como mi casa, claro que cada vez por más días...Y así han pasado los años (no muchos). Mantengo alejado al indeseable...no sé hasta cuando... No quiero ir de nuevo a la pieza amarilla !!!
(Aislamiento a que son sometidas las personas que se les da el I-131, para erradicar el Ca de Tiroides )
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