viernes, 21 de noviembre de 2008

Anacronismos.



Despierto tras el fuerte ruido de un relámpago en horas de la madrugada. 
Me levanto del piso, camino ahora en silencio.

Los libros regados por la habitación se hacen camino hasta la puerta. 

Me percato de que los restos de la luz 
que hace unas horas iluminaban se han hecho sombra 
y mis ojos no tienen la potencia fina de una mirada gatuna. 

Me detengo en un tiempo atemporal, sin prisa, calmado. 
Lleno de un color indescifrable, 
nítido, sencillo a la palabra humana. 

Color de lluvia. 
Transparencia del olvido. 

El tiempo se detiene con tan solo una palabra pronunciada y yo, 
como si fuera el miso yo, abro la ventana, nunca la puerta. 

Renuncio a cada uno de mis dogmas, 
me pierdo en la esperanza de ver 
la luna atravesar esta mirada gris 
que me posee 
y me tranforma frente a todos los fantasmas 
que surcan la noche en esta cárcel sin rejas. 

 Sí, esta casa tan llena de cuadros azules
 y paredes blancas donde solo queda imaginar el mar 
y el cielo entre silencio y silencio, 
escuchar el silencio y al final  ver estrellas del mar.

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