jueves, 27 de noviembre de 2008

Ciencia y pensamiento ilustrado...unidad de conocimiento.


"El único fundamento para creer en las ciencias naturales es la idea de que las leyes generales que dirigen los fenómenos del universo, conocidos o desconocidos, son necesarias y constantes. ¿Por qué habría de ser tal principio menos cierto para el desarrollo de las facultades intelectuales y morales del hombre que para otras operaciones de la naturaleza?"-

A lo largo de la historia, muchos científicos y pensadores han mostrado una fuerte convicción por la unificación del saber humano como vía de acercamiento al conocimiento profundo y completo del mundo. Una idea ésta, que parte de la premisa de que el mundo es ordenado y puede ser explicado por un reducido número de leyes naturales; de modo que su aplicación es extrapolable a todos los órdenes de la vida, desde lo más profundo y complejo hasta lo más simple e intrascendente.

Adolphe Quételet, maravillado por los célebres Principios matemáticos de la filosofía natural de Newton, propuso en 1835 la idea de aplicar la solución newtoniana a los asuntos de la Humanidad. Proponía una especie de "Física social", que pronto pasaría a llamarse Sociología.

El origen de esta concepción del mundo se remonta al siglo VI a.c. con Tales de Mileto. Éste consideraba que el funcionamiento de la naturaleza y, por tanto, de todo lo inserto en ella está gobernado por leyes matemáticas. Así, un conocimiento adecuado de estas leyes permitiría al hombre llegar a comprender el mundo en que se desenvuelve. Esta singular visión sería recuperada siglos más tarde y sirvió para sentar las bases de una de las eras más fructífera y controvertida del pensamiento humano: la Ilustración.

La Ilustración, que alcanzó su apogeo en el siglo XVIII, surgió a consecuencia de la revolución científica producida en Europa durante la primera mitad del siglo XVII. Científicos y filósofos como Bacon, Hobbes, Hume, Locke y Newton en Inglaterra; Descartes, Voltaire y Condocert en Francia; Kant y Leibniz en Alemania; Grotius en Holanda; y Galileo en Italia, fueron los principales artífices del pensamiento ilustrado. Defendían, por encima de todo, el poder de la Ciencia como el vehículo idóneo e imprescindible para descubrir las leyes que gobiernan el universo y, en consecuencia, las bases del progreso de la Humanidad. Pensaban que la perfección de las Matemáticas y los principios y leyes de la Física podían servir de arquetipo para construir un modelo más justo de sociedad humana. Consecuentemente, el progreso de la humanidad vendría determinado por la evidencia objetiva y racional de las leyes científicas.

Los ilustrados mantenían una fe constante en el poder de la razón humana y consideraban que con un uso juicioso de la razón sería posible un progreso ilimitado. Sostenían la tesis de que el conocimiento no es innato al ser humano, sino que procede única y exclusivamente de la experiencia y observación de la realidad. Tarea que ha de estar siempre planteada con el rigor establecido por el método científico.

La ideología ilustrada consideraba que las aspiraciones humanas no debían centrarse en la otra vida, sino, más bien, en los medios para mejorar las condiciones de la vida terrenal; así pues, la felicidad humana fue antepuesta a la salvación religiosa.

Pero la idea de prescindir de un Dios todopoderoso, como último responsable del universo, no logró afianzarse del todo durante el periodo de la Ilustración. Tal es así que el mismo Descartes, uno de los padres de la Ilustración, hizo algunas concesiones a la Metafísica. Católico convencido, creía en Dios como un ser absolutamente perfecto, al que definió --en el marco de su filosofía sobre la completa separación entre mente y materia-- como un ser en su propia mente.

Fue, quizás, la inevitable alusión a cuestiones metafísicas uno de los principales motivos por los que el pensamiento ilustrado no penetrara airosamente en el siglo XIX. Y es que la razón como poder máximo y absoluto para el progreso humano se debilitaba. La fe de los intelectuales en la autoridad de la Ciencia se deterioraba y estos recurrían a concepciones metafísicas, con el fin de completar el vacío dejado por el saber científico de la época.

Condocert y el análisis cuantitativo de la sociedad 
Marie-Jean-Antonie-Nicolas Caritat (1743-1794), más conocido como marqués de Condocert, fue uno de los principales precursores del pensamiento ilustrado. Convencido del poder de la Ciencia, sostenía la idea de que los conocimientos proporcionados por las Matemáticas y la Física pueden ser aplicados al desarrollo social en aras de un mayor progreso del hombre.

De familia militar, decidió ser matemático y a la temprana edad de veinticinco años llegó a ser miembro de la Académie des Sciences; y a los treinta y dos años se convertiría en su secretario permanente. Aun cuando no fue un matemático de primer orden, como lo fueron sus contemporáneos Leonhard Euler y Pierre Simon Laplace, sí fue un gran pensador. Su principal aportación fue la aplicación de las Matemáticas a las Ciencias Sociales, resultado que plasmó, en 1785, en su Ensayo sobre la aplicación del análisis a la probabilidad de las decisiones de la mayoría. Defendía que la acción social puede analizarse cuantitativamente a través de herramientas matemáticas y, de esta forma, hacer predicciones en los comportamientos políticos y sociales. Estaba convencido de que las directrices de la Cultura responden a leyes tan exactas como las de la Física; y, en este orden de ideas, argumentaba que un adecuado conocimiento de estas leyes científicas permitiría a la Humanidad conservar un orden social más perfecto y, por consiguiente, un nivel de civilización superior. Al respecto, señalaba que:

«El único fundamento para creer en las ciencias naturales es la idea de que las leyes generales que dirigen los fenómenos del universo, conocidos o desconocidos, son necesarias y constantes. ¿Por qué habría de ser tal principio menos cierto para el desarrollo de las facultades intelectuales y morales del hombre que para otras operaciones de la naturaleza?»

Condocert murió en plena decadencia del pensamiento ilustrado. Si bien, sus ideas fueron decisivamente influyentes en el posterior desarrollo de las Ciencias Sociales.

Bacon y el razonamiento inductivo

Sin lugar a dudas, el espíritu ilustrado con mayor influencia en nuestro tiempo es el impulsado por Francis Bacon (1561-1626). Promulgaba la necesidad de comprender la naturaleza, tanto la que nos rodea como la de nuestro interior, a fin de encauzar al hombre en la dirección correcta para su prosperidad. En consecuencia, concebía la Ciencia en un sentido amplio e interdisciplinario. Indicaba que el desarrollo científico debía ser claramente extrapolable a las Ciencias Sociales y Humanidades, de la misma manera que estas debían influir de manera directa en la construcción del primero. Abogaba, pues, por una unidad del conocimiento, donde la disolución de fronteras entre las distintas ramas del saber propiciarían el vehículo perfecto para el progreso de la Humanidad. Y tal era su concepción de reciprocidad en la construcción del conocimiento, que llegó a decir, incluso, que la Ciencia debería ser poesía y la poesía Ciencia. Es en su fábula La nueva Atlántida (1627) donde Bacon expone las directrices de una sociedad basada en la Ciencia.

Bacon no hizo contribuciones importantes a la Ciencia, sino que su mérito es más bien filosófico. A diferencia de la Ciencia defendida por Galileo, que tenía por objeto expresar los fenómenos naturales de forma matemática, Bacon propone una Ciencia más bien cualitativa y de carácter taxonómico. Surge así la Filosofía de la Ciencia con Bacon como padre fundador.

El método científico que proponía Bacon intentaba corregir las deficiencias de la teoría aristotélica clásica; si bien, sólo aportó dos aspectos novedosos: 1) un procedimiento para hacer inducciones graduales y progresivas, y 2) un método de exclusión. Así, señalaba que lo primero que se ha de hacer es recopilar una "serie de historias naturales y experimentales", y hasta no contar con información empírica amplia no se ha de dar el siguiente paso; esto es, comenzar a eliminar algunas posibilidades.

Para ilustrar sus postulados, Bacon propuso como ejemplo la determinación de la causa del calor. Proponía, en primer lugar, una lista de todas las cosas que son calientes y otra lista de las que no lo son, así como una lista más de las cosas que muestran distintos "grados de calor". En la primera de estas listas ("Tabla de esencia y presencia") se encuentran el Sol, el verano y el fuego, entre otros; en la segunda lista ("Tabla de desviaciones o de ausencia de proximidad") la Luna, las estrellas y el invierno, entre otras. Y en la tercera ("Tabla de grados o de comparación del calor") los planetas, fuegos de distinta intensidad, etc. A partir de estas tablas --afirma-- es posible excluir algunos factores como causa del calor, y Bacon sostenía, por ejemplo, que la "luminosidad y el brillo" pueden descartarse puesto que Luna posee ambas características y, sin embargo, es fría. Con esta línea de razonamiento se puede llegar a la primera conclusión sobre la causa del calor, que para Bacon es el movimiento.

Después, el siguiente paso es buscar si en otros fenómenos naturales existe esa correlación entre calor y movimiento. En caso afirmativo, puede establecerse una segunda correlación, y repitiendo el proceso cada vez a niveles más altos de generalidad se obtiene mayor confianza en el conocimiento sobre la esencia del calor. Bacon pensaba que con este método la generación del conocimiento científico era algo automática. Es lo que se conoce como razonamiento inductivo.

Bacon, además, insistía en que el conocimiento científico no sólo conduce a la sabiduría sino también al poder. Pensaba que la mejor Ciencia es la que se institucionaliza y se desarrolla por grupos de investigadores, y no la que permanece privada como resultado de la labor de individuos aislados. Al respecto, escribía:

"Pienso que todas esas cosas que pueden ser hechas sólo por algunas personas, pero no por todas, deben considerarse como posibles y factibles; lo mismo para aquellas (cosas) que pueden ser realizadas por mucha gente junta, pero no por sujetos aislados; y de igual manera para las (cosas) que pueden alcanzarse a través de varias generaciones, pero no en una sola, y finalmente, para las (cosas) que pueden hacerse con asignaciones y gasto público, y no con empresa y recursos privados. Sólo de esta manera puede mantenerse la continuidad de la tradición científica y fabricarse con éxito los pequeños ladrillos que se usan para construir los grandes edificios".

Otro aspecto importante de la filosofía de la Ciencia de Bacon es la exclusión de las causas finales en la investigación científica. Restringió el estudio de las causas de los fenómenos a las formales, materiales y eficientes, de modo que su método científico no está encaminado, precisamente, a la formación de conceptos y teorías. Pensaba, a este respecto, que la búsqueda de las causas finales sólo conducía a disputas verbales que hacían más difícil el progreso de la Ciencia. De modo que rechazaba de plano el método deductivo aristotélico, que reinó hasta la llegada de Bacon. Así, las preguntas admitidas en su metodología científica eran ¿qué?, ¿cómo? y ¿por qué?; mientras que la pregunta ¿para qué? era excluida, entre otras razones, por la falta de leyes y teorías científicas que explicasen el comportamiento profundo de los fenómenos.

Aun cuando el nivel de investigación científica actual ha puesto de manifiesto el potencial del razonamiento deductivo --inaceptado por Bacon--, que permite explicar las causas finales del comportamiento de la naturaleza, no cabe duda de que el método inductivo de Bacon ha sido fundamental en el desarrollo de la Ciencia moderna. No en vano, el método científico aceptado actualmente está basado en la combinación perfecta de los razonamientos inductivo y deductivo.

El reduccionismo de Descartes

René Descartes (1596-1650) fue otro de los grandes arquitectos del pensamiento ilustrado. A diferencia de su antecesor Bacon, Descartes recuperó parte de la filosofía aristotélica y fue un fervoroso defensor del método de investigación basado en el razonamiento deductivo. Consideraba que el conocimiento científico debe provenir de la reducción de los fenómenos en sus partes más elementales; de forma que su construcción es el resultado de la interconexión de esas partes, que, en último término, pueden ser descritas por leyes matemáticas. De este modo --afirmaba--, es posible reconstruir hipotéticamente todos los fenómenos naturales desde un punto de vista matemático.

Su idea del conocimiento científico la extrapoló a las demás ramas del saber, argumentando que la certeza y el rigor de las deducciones desarrolladas por las Matemáticas podían servir de modelo para el avance del conocimiento humano en general. Por lo tanto, abogaba por la unidad del conocimiento como pilar básico para el progreso de las sociedades, que, sin duda, supuso una de las premisas esenciales de la Ilustración.

Descartes fue el fundador de la geometría algebraica. En su obra Geometríe, de 1637, expuso un análisis del álgebra general, que sentó las bases del lenguaje matemático que conocemos hoy día. Es el primero que utilizó las primeras letras del alfabeto para designar aquellas cantidades conocidas, y con las últimas las cantidades desconocidas, notación que está actualmente vigente. Pero, quizás la contribución científica más conocida y relevante de Descartes sea su descripción geométrica del espacio, conocida como Sistema Cartesiano en honor a su nombre.

También fue el fundador de la Filosofía moderna, cuyas premisas fueron desarrolladas en su célebre obra Principios de Filosofía en 1644. Aferrado a lógica deductiva, la filosofía de Descartes partía de la duda sistemática como principio del saber. Consiste en que todas las suposiciones posibles, referentes a la descripción de un fenómeno, son rechazadas de forma sistemática, en tanto que sólo quede un número reducido de axiomas en los que aplicar la lógica del pensamiento racional, y, en consecuencia, poder diseñar experimentos con rigor científico cuyo resultado final pueda ser descrito matemáticamente.

La introducción del reduccionismo y el modelo matemático analítico --que permiten el estudio del mundo como un conjunto de partes físicas que pueden desgranarse y analizarse por separado-- fueron esenciales en la formación del pensamiento ilustrado. Las aportaciones de Descartes siguen estando aún muy vigentes y suponen uno de los instrumentos intelectuales más potentes con los que cuenta la Ciencia moderna.


La herencia de la Ilustración

La Ilustración fue, sin lugar a dudas, una de las épocas doradas para el desarrollo de la Ciencia. Supuso el punto de anclaje para las altas cotas del conocimiento científico alcanzadas hasta hoy. Y pese a que fue un periodo fugaz, desde el punto de vista histórico, su ideología ha tenido una enorme influencia en el desarrollo de la sociedad occidental hasta nuestros días.

Aun cuando la idea de unificación del conocimiento --como culminación del saber humano-- bajo la óptica del formalismo científico fracasó, sí supuso un referente importante para la aparición de otras disciplinas del saber. Tal es el caso de la Sociología, cuyo fin es tratar de hacer una descripción de los comportamientos sociales con ayuda de la metodología científica.

En la actualidad, esta idea se ha extrapolado al resto de disciplinas que componen el campo de las Humanidades. Martín Sánchez (2000), al referirse a la interrelación Ciencias-Humanidades afirma que:

"Las Humanidades en su metodología y aplicación deben bastante a la Ciencia. [...] la utilización del método científico en el ámbito social supuso un salto cualitativo tan importante que permitió el análisis rigurosos de los acontecimientos históricos. En la actualidad, cualquier interpretación de la realidad desde una perspectiva social o histórica que no lleve el calificativo de "científica" tiene pocas posibilidades de prosperar."

En definitiva, destacar que la Ilustración elevó la Ciencia a las cotas más alta del saber humano, desplazando las cuestiones metafísicas a un segundo plano. Un hecho que, sin duda, ha permitido el gran desarrollo científico-tecnológico que hoy todos conocemos.

Referencias bibliográficas 
CID, R. (2001): El siglo de oro... de la ciencia. Revista Española de Física, 15 (3), pp. 6-7.

GARCÍA CARMONA, A. (2001). Matemáticas: la musa de la Física. Revista Española de Física, 15 (2), pp 6-8.

MARTÍN SÁNCHEZ, R. (2000): La Física y la Química como asignatura fundamental en la Enseñanza Secundaria. Revista Española de Física, 14 (4), pp. 10-11.

WILSON, O. E. (1999). Consilience. La unidad del conocimiento. Barcelona: Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores.

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