jueves, 20 de noviembre de 2008

Las cosas se aclararon entre mi Luna y Yo.


La noche en que la luna y las estrellas dejaron todo claro yo tenía ...  y tantos años. 

Cuando me di cuenta que debía acostarme porque ya era de madrugada y había soñado quedándome dormido en el patio sentí que ... y tantos años me cayeron de golpe en el cerebro. 

Me acosté en la cama y me quedé mirando la luna por la ventana. Siempre me gustaba mirar la luna. No es que espere ver seres lunáticos saltando sobre ella, no, claro que no, pero su magnetismo saca lo mejor de mi ser. 

Desde chico me atrae la luna y creo que ella lo sabe. ¡Ojo!, no me avergüenza que lo sepa, al contrario, siento que es la únic atracción  que no me falló. Después de todo siempre se trata de eso, cuando nos volvemos adolescentes y adultos todo se trata de atracciones, de relaciones de parejas, de idas y venidas, de dolores y alegrías, de tristezas y fanfarrias.

Esa noche no pude dormirme. Asesiné a mi mente con preguntas. Soy culpable de eso. 
Vivo siendo culpable de eso. Pero esa noche fue distinta, le dije a la noche y a la luna que la próxima vez que alguien entrara a mi corazón sería para toda la vida. Me pareció que por un momento la luna se burló, pero cuando la miré fijamente se mostró altiva y brillante como todas las noches, entonces me olvidé de mi percepción y mantuve mi postura.

Manteniendo la postura con esmero y tesón sentí lo mismo que cuando era niño y jugaba con autitos, soldaditos y camiones, sentí que todo era posible, que era posible creer que alguien compartiría su vida conmigo para siempre.

Lo mismo pensaba cada noche cuando en la madrugada me sentaba en la mesa que estaba en el patio de mi casa . En las noches de invierno cuando todo el mundo dormía y la helada caía y las estrellas titilaban con su mejor fulgor yo me sentaba sobre esa mesa y contemplaba la vida, preguntaba al cielo mil preguntas y anhelaba un futuro con un gran amor. 
Iluso seguramente gritaría un loco cuerdo en algún manicomio, sin embargo yo seguía creyendo en aquella ilusión.

Terminé durmiéndome. No recuerdo el número de mi sueño. 
No era el número nueve. No, ese no era.
Pero ella era mi Luna.

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