Hay muchas luces en la luz,
muchos días en el día
y muchas zonas en el cristal de cada uno.
Pero la clave es el tamiz, la sutileza combinatoria,
la inventiva de la causalidad,
para cernir las dosis de transparencia
y ajustar la estela de reflejos
que hacen de cada hora un tiempo único
en la supuestamente boba monotonía del tiempo.
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