
Tumbada sobre la hierba humeda empezó a buscar formas en las nubes,
que como algodón viajaban con calma esa mañana de jueves.
Su mano… siempre jugueteando, acariciaba el mar verde sobre el que se
encontraba.
En un ir y venir de sus dedos, un trébol quedó enroscado en su mano,
y desde aquel momento lo acompañó siempre enlazado a su tobillo.
Pasaron los meses y el trébol parecía tener más color que nunca,
ofreciendole una esperanza continua,
un estado de buena suerte permanente que hacía que sus dias tuvieran un sabor
especial y que cada momento se convirtiera en un episodio mágico.
Una tarde de marzo,
el viento se levantó con fuerza y silenciosamente se deslizó por su pierna,
desatando el trebol para hacerlo volar lejos…
Ana… que así se llamaba,
vivió intensamente cada segundo,
disfrutando de la felicidad que giraba a su alrededor,
e intentando exprimir al máximo los dias y las noches.
Fué aquella mañana,
en la cual él se percató de que algo faltaba en su tobillo.
Su preocupación hizo que el dia se pintara de gris
y las horas caminaran lentas por el viejo reloj de pared…
Pero, mágicamente verdes y celetes aparecieron sobre Ana.
Mi regalo para ti va acompañado de un deseo.
Éste pretende que la Felicidad invada tu vida,
pero no lo haga a través de un trébol,
sino que seas tu misma el que cree las oportunidades,
y la que luche por hacer de cada gesto, detalle,
y momento, un motivo especial por el cual vivir.
Simples negritas para aquel libro de tapas duras.
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