
En tiempos consagrados a la rosa te miro en la nostalgia de la luna, sin penas y sin lágrimas de viento. Tan sólo hace unos días tú viajabas en soledad perpetua, en nebulosas. Y yo me deslizaba entre visiones, envuelta en mis palabras susurrantes. Ahora somos uno en la galaxia. Me tomas de la mano y no me sueltas. Te abrazo con mis alas como el hada que ha devenido duende, prestidigitación de cortesía. Me gusta que me pienses en la noche. Te gusta que mi cuerpo de nereida te cubra como un manto contra el frío. Tus dedos me recorren en lo oscuro la piel del sueño abierta a los enigmas. Mis manos como labios se deslizan por todos los rincones geográficos de todos tus lugares más secretos.
.....El espacio mistérico del orbe nos contiene en su luz cuántica y suave, como un cuásar radiante, con su magma que irradia su destello de amor puro.
Ana Muela Sopeña
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