domingo, 8 de febrero de 2009

Aquel concurso...


El concurso de creaciones divinas era para él lo más grande que ocurría en el Universo cada varios ciclos. 
Por eso, ver cómo su obra maestra se había llenado de minúsculos seres que amenazaban su equilibrio, tuvo la virtud de desquiciarle.

“Pero”, pensó, “todavía estoy a tiempo de arreglarlo”.
Dicho y hecho: a tan sólo un par de décimas de ciclo del concurso de creaciones divinas consiguió terminar con la plaga que estaba estropeando 
el precioso planeta azul con el que confiaba en ganar el primer premio.

Desde su hogar, en una dimensión vetada a los seres materiales, 
sonrió satisfecho: había logrado atajar la contaminación orgánica 
sin afectar al planeta ni al resto de seres vivos creados por él.

Fue el día en el que, misteriosamente
 desapareció la Humanidad de la faz de la Tierra…

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