Era un alquimista de cuentos, formas y colores, de su mundo de Nunca Jamás
Lo que nadie entendía era por qué escribía aquellos textos confusos
e indescifrables que guardaba como preciosidades en la pizarra de su pared, en sus cuadernos de tapas duras.
Los amigos preguntaban si no sería una forma de limpiar la mente, como una meditación gráfica.
Los papeles estaban llenos de interrogaciones y señales matemáticas
que escribía deprisa, como en trance, a cualquier hora y lugar.
Sólo él sabía que, durante las noches insomnes, de allí venía la inspiración
para las historias que narraba.
Aquellas señales eran como anzuelos que pescaban del aire
toda la magia de su alma de alquimia..
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