
La mujer perseguía la luz
en el tren de la sombra perpetua,
con visiones de belleza cuántica,
entre imágenes blancas de ensueño.
El varón se inventó las historias
en cabañas cerradas al viento,
con las letras del mundo al revés
y las copas de vino sin agua.
La pareja creó su leyenda
desde un campo de sal y azuritas,
para estar con estrellas amadas
en el hielo sagrado y curioso.
Ana Muela Sopeña
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