Cuando alguien que pretende estudiar Biología habla conmigo lo primero que pienso es: “genial, otro pez en la pecera… y ni siquiera hay agua…” y lo primero que me suele preguntar él es: “¿hace falta saber matemáticas para hacer biología?” o algo por el estilo.
Podría decirle que sí, que hay que saber matemáticas complicadísimas, con muchas derivadas, integrales, números imaginarios y demás… y que mejor se busque otra carrera, pero sería mentir, así que le cuento la verdad: que hay que tener un nivel básico, que la estadística es esencial (una gran parte de la biología es estadística pura y dura) y todo el rollo. Sinceramente no hay que ser un crack de los números, pero mejor si se te dan bien.
Esta entrada es una respuesta a aquellos que puedan pensar que las matemáticas y la biología están peleadas. Como dice Peter Griffin con sabias palabras: “La matemática no es más que la hermana rarita de la biología” (signifique lo que signifique)
Allá vamos:
Un fractal es un objeto geométrico cuya estructura básica se repite en diferentes escalas, hasta el infinito.
La forma más sencilla de entenderlo, un dibujo:
En realidad la fractalidad es muy habitual en la naturaleza (sorpresa!) y la pregunta que debe hacer nuestra mente científica es… por qué?
Resulta que la fractalidad es muy práctica: repetir partes hasta la saciedad es una forma muy útil de aumentar la superficie (sin tener que aumentar demasiado el volumen)
Nuestros órganos, por ejemplo, son fractales (piensa en tus pulmones)
Más ejemplos: en las piñas, en las rayas de las cebras y en los pétalos de las margaritas (Biocorrector ON: los pétalos de las margaritas son en realidadflores estériles. Biocorrector OFF)
Hasta aquí la clase de matemáticas de hoy, otro día puede que les hable del amiguete Raup y sus malditos modelos del morfoespacio (o “como hacer tu propio gasterópodo con una simple ecuación”)...
Pero eso es otra entrada.
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