La primera gripe porcina partió de La Gomera en 1493Ocho cerdas adquiridas por Colón en la Isla Colombina en su segundo viaje a América causaron una epidemia que mató a miles de indígenas
El cólera alejó a Darwin. La expedición de Darwin a bordo del Beagle (en la imagen, en un cuadro) no recibió permiso para atracar en Tenerife por temor a que llevara el cólera.
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La primera gran epidemia de gripe transmitida por cerdos de la que se tiene noticias se cree que partió de La Gomera en 1493 en el segundo viaje de Cristóbal Colón a América y causó verdaderos estragos entre los indígenas americanos, muchos más que la propia guerra de conquista. Es más, es la única que se puede denominar correctamente gripe porcina (transmisión del cerdo al humano) pues la mal llamada así que amenaza hoy con extenderse por todo el mundo y convertirse en pandemia no se transmitió de los animales a los humanos sino, en cualquier caso, al revés.
Un repaso a la historia del Archipiélago demuestra que las sucesivas epidemias marcaron el devenir de los acontecimientos y la forma de ser de sus habitantes. Ya no sólo están las ocho cerdas enfermas adquiridas por Colón en la Isla Colombina, sino la tragedia que sólo un año después causó la denominada gripe de la modorra entre los guanches o el hecho de que Charles Darwin no recibiera permiso para atracar en Tenerife en enero de 1832 por el temor de las autoridades a que la tripulación del mítico Beagle portara el cólera.
Justo Hernández, presidente de la Sociedad Canaria de Historia de la Medicina y estudioso de las plagas patológicas que afectaron a las Islas, resalta que "Canarias, como encrucijada geográfica atlántica y paso obligado de todo lo que iba a América, ha sido siempre una zona sensible a las epidemias". Este médico vasco, natural de San Sebastián, precisa que el episodio de la gripe porcina de 1493 merece una puntualización: no se tiene constancia de contagio en las Islas, sino que serían navegantes que acompañaron a Colón los que se enfermaron durante la travesía al entrar en contacto con las cerdas enfermas y luego estos navegantes traspasarían el mal a los indígenas del nuevo mundo.
La primera epidemia. En realidad, según Justo Hernández, la primera enfermedad contagiosa que afectó a Canarias de las que se tiene indicios pudo ser la peste. Los normandos que desembarcaron en el Rubicón (Lanzarote) mucho antes de la conquista castellana pudieron haber producido este brote que sólo se circunscribió en el Archipiélago a la isla conejera y a Fuerteventura. Se calcula que la pandemia surgió en torno a la mitad del siglo XIV en China y pudo acabar con un tercio de la población mundial. Alcanzó Venecia por los barcos que transportaban la seda y se propagó a través de las ratas y la acción de las pulgas.
Lo sucedido en La Gomera durante la segunda expedición de Colón a América está recogido en las investigaciones de los doctores Agustín Muñoz-Sanz –del Hospital Universitario Infanta Cristina de Extremadura– y Francisco Guerra –que fuera catedrático de Medicina de las universidades de Alcalá de Henares, México, California, Yale y Londres–. Todo comenzó, según Guerra, el 5 de octubre de 1493 en la Isla Colombina, que ya había sido punto de atraque previo al Descubrimiento un año antes.
Cristóbal Colón, que ha iniciado su segundo viaje a América pertrechado con 17 barcos y 2.000 hombres, hace escala en esta isla canaria. Además de proveerse de agua y víveres, compra en La Gomera ocho cerdas que irán a engrosar el crecido número de animales domésticos que lleva a las Indias, según un reportaje de El País publicado en septiembre de 1985. El 10 de diciembre de 1493, dos días después de llegar a la Isabela y de ser desembarcados los caballos, cabras, vacas y cerdas, comienza la epidemia. El mismo Colón llega a enfermar y son muchos los españoles que perecen. Los indios muertos se cuentan por miles; son tantos que llega un momento en que ya no son enterrados. Según las estimaciones de Francisco Guerra, los cadáveres llegan al millón y medio. "La epidemia es comparable a la mal llamada gripe española de 1918 a 1920, que produjo también millones de muertos en Europa", afirmó el doctor.
Los historiadores habían responsabilizado hasta estas revelaciones a la viruela, junto a la crueldad de algunos conquistadores, de la gran mortalidad entre las poblaciones indígenas tras el Descubrimiento. Pero no fue así. Además, esta gripe porcina pionera fue tan arrasadora por las peculiares características del propio virus de la gripe, que sufre mutaciones o variaciones erráticas en su material genético y son estos mutantes los que provocan epidemias tan graves como ésta. La variedad de la gripe transmitada por el cerdo resultó particularmente maligna para una población americana que no tenía defensas contra esa enfermedad. "Los españoles llevaron a América males que los indios desconocían", declaró a El País en el mencionado reportaje Francisco Guerra.
Por eso mismo fue tan devastadora entre los guanches otra gripe inmediatamente posterior –aunque no por ello tuviera que estar relacionada con la gripe de Colón–, que había surgido de otra mutación genética. Hablamos de la gripe de la modorra, definida así porque generaba somnolencia. El análisis de esta epidemia, que diezmó a los indígenas tinerfeños de forma tan definitiva en su lucha contra los castellanos, se debe a la labor investigadora del mencionado Justo Hernández y de Conrado Rodríguez Martín, doctor en Medicina y Cirugía por la Universidad de La Laguna y director del Instituto Canario de Bioantropología de Tenerife.
En el libro El enigma de la modorra (Ediciones Idea, 2005), Hernández y Rodríguez Martín calculan que sólo en Tenerife pudo haber entre finales de 1494 y comienzos de 1495 más de 4.000 muertes de una población de entre 15.000 y 20.000 guanches. También denominado moquillo o morriña por quienes la trajeron pero no resultaron afectados, se determinó que era un tipo de gripe pues la sintomatología y los datos epidemiológicos eran concordantes con sus características. Existen evidencias, además, de que la afección se vio agravada por dos de sus más temibles complicaciones: la neumonía y la encefalitis letárgica.
Aunque es posible que afectara a otras islas, sobre todo a Gran Canaria, se cebó con Tenerife, donde nunca se ha vuelto a repetir una plaga semejante. Resultó afectada la mitad de la población y el cataclismo demográfico fue especialmente severo en los menceyatos de Taoro, Tacoronte y Tegueste. Algunos conquistadores llegaron a atribuir el hecho de no resultar afectados, según desvela El enigma de la modorra, a un milagro surgido de la divinidad para favorecer su objetivo invasor. De todos modos, el libro precisa que "la mayoría atribuyó la catástrofe a causas más naturales, como el corrompimiento de los cadáveres de batallas anteriores, el frío de aquel invierno o el hambre".
"Este hecho apunta claramente que no se trataba de una gripe pandémica. Si hubiera sido del tipo pandémico, en el que el virus muta de un modo mucho más notable, los españoles también se hubieran visto afectados por la enfermedad, aunque no en el mismo grado que los guanches", añade el trabajo, que introduce otra conclusión reveladora: "No cabe la menor duda que esa epidemia tuvo que ver, y mucho, con la derrota final de los guanches, que acontecería un año más tarde [1496], al encontrarse sus efectivos reducidos entre una tercera parte y la mitad tras el trimestre escaso que vino a durar la enfermedad".
No volvió a repetirse aquel infierno. En los siguientes siglos, sobre todo a principios del XVIII y finales del XIX, se volvieron a dar otras epidemias (fiebre amarilla, cólera, viruela, fiebre tifoidea, gripe española, sarampión, tosferina y escarlatina) pero ni de lejos causaron tanto daño. Eso sí, el pánico se repitió en cada alarma o falsa alarma, como relatan Manuel Hernández (profesor titular de Historia de América de la Universidad de La Laguna) en su libro Enfermedad y muerte en Canarias en el siglo XVIII) o Luis Cola (historiador) en su trabajo Bandera Amarilla, ambos de Ediciones Idea.
Muchas ermitas (San Roque en Garachico, San Juan en La Laguna, San Vicente en el Realejo Bajo...) y hasta cementerios (San Rafael y San Roque y el Lazareto en Santa Cruz) surgieron a raíz de estas amenazas invisibles y hubo un tiempo en el que Dios y hasta la brujería eran la única medicina al alcance de unos ciudadanos indefensos. Hoy las cosas han cambiado tanto que resulta muy improbable que la historia se repita.
1) El ser humano es tan frágil como lo era hace un siglo, y está expuesto a los mismos peligros que antes.
Basta recordar la Gran Pandemia de Gripe de 1918 (También conocida como la Gripe española, la Pesadilla y la Cucaracha), causado por un brote de influenza que mató entre 50 y 100 millones de personas en todo el mundo. Entre más avanza la medicina para curar las enfermedades del pasado, más evolucionan los virus para atacar a los humanos del futuro, a lo largo de un círculo vicioso que lo único que crea son enfermedades más poderosas y seres humanos más débiles y más fármacodependientes. Este círculo, sin embargo, no se puede detener, pues si el ser humano se descuida un momento podría ser aniquilado por el filo de una epidemia descontrolada.
2) Los enemigos más peligrosos de los seres más inteligente del mundo son microorganismos sin cerebro que actúan por instinto.
Pocos tienen miedo de ser aplastados por un elefante o mordido por un cocodrilo, pero nadie se escapa al temor que produce una nube invisible de seres unicelulares capaces de transformar tu sistema respiratorio en un reloj desvencijado.
La trama de la novela "La Guerra de los Mundos" de Herbert George Wells tiene mucha validez en el presente, si le damos vuelta a los personajes y adjudicamos a los seres humanos el papel de los seres invasores, mientras que al resto de la fauna y de la flora del planeta les asignamos el papel de los seres invadidos.
En este caso, los héroes de la historia siempre serían los microorganismos.
3) La gripe porcina es el gran negocio del momento y muchos se enriquecerán a costa de ella.
Los gobiernos del mundo deben estar alertas para evitar que personas inescrupulosas se lucren del miedo colectivo, a través de la venta de "vacunas" falsas para combatir esta enfermedad, o de información mentirosa que lo único que busca es incrementar el temor.
No tardarán en publicarse los libros sobre la influenza porcina.
Las librerías se inundarán de títulos como "Todo lo que necesita saber sobre la Gripe Porcina", "Remedios caseros contra la Influenza", "Cómo proteger a su familia de las epidemias", y otros por el estilo.
Si la epidemia se encrudece más, y los brotes se expanden por todos los rincones del mundo, no tardarán en salir anuncios publicitarios de personas que ofrecen "habitaciones libres de gripe porcina" a un precio ridículo, o de charlatanes que juren poseer el don de la sanación, y ofrezcan imponer su mano milagrosa sobre el pecho de los moribundos a cambio de una pequeña limosnita.
Mucho ojo con los engaños.
4) El mundo será un lugar mejor después de la gripe porcina.
Las crisis son el mejor antídoto contra el estancamiento de la raza humana,
pues durante ellas miles de cerebros se ponen a pensar al unísono para salir de ellas.
Albert Einstein lo dijo: : "La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países porque la crisis trae progresos.
La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura.
Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias.
Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar 'superado'.
[...] Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia."
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