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Leyendo la prensa diaria uno no puede dejar de sorprenderse con el avance de la neurociencia que ha llegado ya a límites que casi colindan con la ciencia-ficción. Pronto será posible leer el pensamiento y modificar el comportamiento. Cada vez se comprende mejor la plasticidad del cerebro: cómo la experiencia y los hábitos modulan el cerebro y cómo estos cambios a su vez influyen sobre nuestras conductas y actitudes.
He aquí una entrevista que le hiciera Milagros Pérez Oliva de El País a Álvaro Pascual-Leone, director del Berenson-Allen Center de la Facultad de Medicina de Harvard, acerca de su trabajo con estimulación magnética del cerebro.
Álvaro Pascual-Leone se educó en el Colegio Alemán de Valencia (España),
lo que le permitió estudiar Medicina en Friburgo (Alemania),
pero se fue a Estados Unidos a especializarse en neurología con un propósito muy claro: dedicarse a la investigación.
“En ese momento no pensaba en ejercer como neurólogo, aunque luego le he tomado gusto a tratar a los enfermos.
Quería investigar el cerebro porque me interesaba la filosofía y tenía claro el tipo de preguntas que quería hacer”, dice.
Mientras estudiaba neurología en Minnesota, asistió a una conferencia de Anthony Barker sobre una nueva técnica que acababa de desarrollar, la estimulación magnética intracraneal.
De eso hace 22 años y no recuerda cuántas veces la ha aplicado, pero ha podido cumplir con creces su deseo de adentrarse por los dominios donde la neurología se encuentra con la filosofía.
Los experimentos con estimulación magnética son realmente sorprendentes. Veamos uno sencillo: te colocan en la cabeza un artilugio un tanto extraño pero en absoluto amenazante, que el investigador va orientando hasta encontrar el área de Broca, la zona del cerebro que controla el habla.
Cuando la localiza, te pide que le expliques una historia.
Mientras estás hablando, activa un mecanismo y sientes como una pequeña descarga. No duele, sólo notas que algo extraño ocurre en tu boca.
Las palabras no te salen. Sabes muy bien lo que quieres decir, pero tu garganta no responde. Es como una de esas pesadillas en las que basta una palabra para que se abra la puerta que te salvará de tus perseguidores, ¡y no hay manera de pronunciarla! Entonces el investigador te sugiere que, en lugar de hablar, cantes. Y entonces, sí que puedes.
¿Por qué? Porque la función de cantar está en el lóbulo derecho, y lo que tienes bloqueado es el izquierdo.
Los primeros trabajos sobre interferencias en el habla los realizó Álvaro Pascual Leone en 1988. El último, publicado en colaboración con Marc Hauser, profesor de Psicología de Harvard, ya no trata sólo de bloquear una función concreta, sino de modificar un comportamiento.
Cosas que antes le parecían malas a esa persona, pasan a resultarle indiferentes.
Se refiere a los experimentos que Jonathan Cohen publicó en 2001 en Science.
Los llamados paradigmas morales, o más bien mortales.
Veamos el primero de ellos. Tenemos un tren que viene a toda velocidad; el sujeto al que se plantea el dilema está junto a una bifurcación en la que hay una aguja que se puede accionar para que el tren vaya por una vía o por la otra.
En una de las vías hay un trabajador y en la otra tres.
El tren no puede detenerse.
Lo único que puede hacer el sujeto es mover la aguja para que vaya por una vía o por la otra. ¿Qué hará? La mayoría de los que participan en este dilema accionan la manivela para que el tren vaya hacia la vía en la que sólo hay un trabajador.
Deciden que muera uno para salvar a tres. En el segundo dilema, la situación es la misma, pero en lugar de bifurcación, hay una sola vía.
Muy cerca del sujeto, hay un operario trabajando en la vía y unos metros más allá, otros tres. El tren parará automáticamente si se interpone un objeto en su camino. El sujeto sabe que la única cosa que puede hacer es empujar a la vía al trabajador que tiene más próximo.
¿Lo hará? La decisión es la misma, matar a uno para salvar a tres, pero empujando, que es distinto.
La mayoría de quienes participan en esta prueba deciden no empujar al trabajador y, por tanto, mueren los otros tres.
Hay algo, en este caso, por encima del raciocinio, que no les deja optar por la mejor solución. Algo de orden moral.
Daria Knoch y Ernst Fehr siguieron avanzando con un nuevo dilema, el del Ultimatum Game.
Participan dos sujetos a los que se ofrece una cantidad importante de dinero que podrán repartirse entre ellos sólo si se ponen de acuerdo en el reparto.
A uno se le dará la facultad de proponer el trato y el otro sólo tendrá dos opciones, aceptar o rechazar la oferta.
Si la acepta, cada uno se llevará la parte acordada.
Si la rechaza, ninguno recibirá nada. El planteamiento racional sería: puesto que él tiene la capacidad de decidir, si rechazo la oferta, me quedo sin nada.
Luego la posición más ventajosa -y egoístaes aceptar lo que me proponga.
Pues no. La mayoría de los sujetos que participan en el ejercicio rechaza la oferta si ésta es inferior a 40%. La rechazan de plano, y además suelen enfadarse.
Pero si en lugar de una persona, es un computador el que hace la oferta injusta, entonces, ¡la mayoría acepta lo que la máquina le ofrece!
Nuestra hipótesis era que la corteza prefrontal se activaba precisamente para inhibir la amígdala; y que si bloqueábamos la corteza, los individuos aceptarían cualquier oferta que les hicieran porque predominaría el interés egoísta.
Y así ha sido.
En esta investigación, se ha visto que la disrupción del cortex dorsolateral derecho (y no el izquierdo), mediante estimulación magnética intracraneal, reduce el impulso de rechazar las ofertas intencionadamente injustas.
Conclusión:
que los humanos inhiben el egoísmo con valores sociales y morales, y eso se hace en esa parte concreta del cerebro. La especie humana es capaz de exhibir justicia recíproca, lo cual implica el castigo de los individuos que tienen conductas injustas, incluso cuando eso daña el propio interés.
Para ello ha desarrollado un sistema cortical capaz de inhibir la acción reflexiva encaminada a buscar el propio interés. Y este sistema de inhibición es tan fuerte que somos capaces de llegar a matarnos a nosotros mismos por convicciones políticas y morales.
Todo esto plantea cuestiones trascendentales. ¿Los terroristas suicidas tienen más desarrollada esa parte del cerebro? ¿La han desarrollado en las madrazas (escuela religiosas islámicas)? ¿En qué parte se procesa el impulso violento de los agresores sexuales? ¿Podría hacer cortocircuito si lo averiguáramos?
En el despacho de Álvaro Pascual- Leone hay colgada una gran fotografía un tanto extraña. Un grupo de comensales comparte mesa en lo que parece ser un agradable banquete. Todo es muy normal… excepto que llevan los ojos vendados.
Y todo pasa en el cerebro. Si tienes una pancreatitis crónica, puede ser una disfunción cerebral tanto como orgánica, porque el cerebro es un artefacto capaz de automonitorizarse. El resultado es la autoconciencia.
Marcus Raichle ha acuñado el término default network o red por defecto, que es la que actúa en estos casos.
Yo creo que esta actividad cerebral “por defecto” se dedica a promover mecanismos de defensa para proteger la salud del organismo.
Curioso. Habrá que seguir de cerca estas investigaciones.
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El hombre que confundió a su mujer con un sombrero hace una reseña en la última edición del New York Review of Books sobre el libro
Hurry Down Sunshine de Michael Greenberg,
la historia de una joven maníaca-depresiva narrada por su padre.
La aparición de la manía es repentina y explosiva. Sally, llevaba ya varias semanas comportándose de manera extraña, dice Greenberg, su padre.
Estaba exaltada y desbordante de energía. Devoraba libros de Shakespeare hasta tempranas horas de la madrugada los cuales atiborraba de anotaciones, flechas, comentarios que ya no dejaban ver el texto original.
Su conducta no parecía tener nada de patológico. Siempre tuvo problemas de aprendizaje desde pequeña, ahora, entrando ya en esa etapa de la vida en que uno necesita comprenderlo todo estaba volcada de frente hacia sus intereses intelectuales.
Tenía un tiempo escribiendo poemas oscuros y densos a lo Sylvia Plath.
Nada extraño, pensó, para una joven brillante de 15 años. Un día cualquiera de julio no se sabe cómo ni porqué Sally entró en crisis. Se abalanzó sobre peatones en la calle zarandeandolos y demandando su atención.
Confiando en sus supuestos “poderes” se lanzó en plena autopista a detener el tráfico. Ese día su padre se preocupó.
Robert Lowel describió algo muy similar en un ataque de “entusiasmo patológico” que sufrió:
La noche antes de que me encerraran corrí por las calles de Bloomington Indiana… Creía que podía detener los carros y paralizar sus fuerzas simplemente con pararme en la mitad de la autopista con mis brazos extendidos.
Estas exaltaciones intempestivas y peligrosas son comunes al comienzo de un ataque de manía.
El ímpetu y fogosidad de Sally tomó posesión de su vida.
Defendía el derecho de todos a expresarnos creativamente y criticaba la sociedad que trata de evitar que sigamos nuestros impulsos. Todo para Sally tomaba rasgos exaltados: las flores que veía en la calle, las portadas de las revistas, los edificios , los carros.
Su percepción de las cosas se llenó de intensidad y nitidez, más allá de lo que ella podía imaginarse. Era la nitidez del “tiempo presente”, decía.
Una energía que crecía a través del centro del ser. Ella podía ver la vida interior de las cosas, su brillo detallado, el genio que hace que las cosas sean lo que son.
Lo que más percibía era la miseria en las caras de la gente al pasar.
Trataba de explicarles su punto de vista acerca de lo que sucedía pero ellos no prestaban atención. Para ella a la gente, así como a ella, se les había robado de su energía y creatividad. La causa del sufrimiento humano es el esfuerzo que se requiere para mantener ese entusiasmo e intensidad a flote.
Ella había sido designada la elegida para curar a la gente de ese sufrimiento.
Así describe su padre su manera de hablar:
Estamos pasmados, menos por lo que dice que por la manera en que lo dice. Tan pronto como un pensamiento es expresado surge otro que lo suplanta a éste produciendo un montón de palabras sin continuidad alguna, cada oración cancela a la anterior antes de que tenga oportunidad de emerger. Nuestros pulsos se aceleran tratamos de absorber el volumen de energía que sale de su pequeño cuerpo.
Ella hace movimientos en el aire, echa para afuera su mandíbula… su necesidad de comunicar es tan poderosa que la atormenta.
Cada palabra es como una toxina que debe eliminar de su cuerpo. Mientras más habla mas incoherente es y mientras más incoherente más urgente es su necesidad de hacernos entender.
Me siento impotente observándola y al mismo tiempo estoy impresionado por su arrojo.
Uno puede llamarlo manía, locura o psicosis – un desbalance químico en el cerebro – pero se presenta a sí mismo como una energía de un tipo particular. Greenberg la asemeja a “estar en la presencia de una fuerza extraña de la naturaleza, como una recia tormenta o inundación: destructiva pero al mismo tiempo asombrosa, esta energía puede parecerse a la de la creatividad o la inspiración o el genio – esto es lo que Sally siente que corre a través de ella –
no una enfermedad sino la apoteosis de la salud, la emergencia de un “self” profundo y reprimido.
La manía, sostiene Sacks, es una condición biológica que se siente como una condición psicológica, como un estado mental.
Se parece a los efectos de ciertas intoxicaciones. Yo observé esto dramáticamente con algunos de mis pacientes de Despertares cuando comenzaron a tomar L-dopa, una droga que en el cerebro se convierte en el neurotransmisor “dopamina”.
A Leonard, un paciente, esta droga le exacerbó sus síntomas: “Con L-dopa en mi sangre, escribió, no hay nada en el mundo que no pueda hacer si así lo deseo.”
El lo llamaba la droga de la “resurrección”. Comenzó a percibirse a sí mismo como un Mesías, decía que el mundo estaba infectado por el pecado y que él era el elegido para salvarlo. Después de 19 días sin dormir escribió una autobiografía de 50.000 palabras. “¿Es la droga que estoy tomando”, se preguntaba impacientemente, “o es sólo mi nuevo estado mental?”
Si existen dudas en la mente de un paciente acerca de lo que es “físico” y lo que es “mental” puede haber todavía mas dudas acerca de lo que es o no es un “self”, como sucedió con mi paciente Frances D.
A medida que el efecto de L-dopa aumentaba se apoderaron de ella sensaciones e imágenes extrañas que no podía negar formaban parte de su “verdadero self” . Estas sensaciones e imágenes, se preguntaba,
¿acaso correspondían a aspectos profundos suprimidos de ella misma?
Pero estos pacientes, a diferencia de Sally, sabían que estos podían ser los efectos de los medicamentos al observar efectos similares en otros pacientes.
Sally en cambio no tenía ningún antecedente. Sus padres estaban tan asombrados como ella, más aún porque ellos no tenían la seguridad y la resolución que ella poseía.
¿Podría ser una droga que había estado tomando últimamente, ácido o algo peor?
Y si no, ¿algo genético, o algo terrible que ellos habían hecho en una etapa crítica de su desarrollo?
¿Acaso era una condición latente en ella desencadenada por un hecho particular?
Exámenes físicos y de sangre descartaron cualquier problema en la tiroides, intoxicantes o tumores. Su psicosis, aguda y peligrosa,
(todas las psicosis son potencialmente peligrosas, por lo menos para el paciente) era “simplemente” manía.
Uno puede desarrollar una manía o depresión sin convertirse en psicótico: sufrir ideas delirantes o alucinaciones, perder de vista la realidad.
Para Sally sin embargo algo pasó aquél día, algo surgió de repente.
De repente se convirtió en otra persona, se veía diferente y sonaba diferente.
“De repente cada punto de conexión entre nosotros y ella había desaparecido”, afirma su padre. Comenzó a llamarlo “padre” en lugar de “papá”
como hacía antes y
hablaba de una manera rara como si estuviese repitiendo un guión aprendido, sus ojos cálidos y color almendra se convirtieron en oscuros y vidriosos. Era como si alguien la hubiese secuestrado y en su lugar un demonio se hubiese apropiado de su cuerpo. Una posesión! Sally yo nos convertimos en extraños, ya no teníamos ningún lenguaje en común.
Al principio los padres de Sally querían creer que ese estado de excitación y entusiasmo era algo positivo, no una enfermedad, el descubrimiento de sus capacidades creativas e intelectuales pero, ¿cómo diferenciar la “locura divina” de Platón de puras tonterías y un hablar incoherente?
¿Cómo distinguir entre el entusiasmo y la demencia?
¿Entre el profeta y el enfermo?
Se hizo claro luego que Sally era en efecto psicótica y estaba fuera de control. Sus padres la llevaron a un hospital psiquiátrico en donde fue recluida y sometida a fuertes tranquilizantes. Su enfermedad fue tratada básicamente como una condición médica, un desbalance de la química del cerebro.
Sally, desafortunadamente, no respondió al litio, la droga de preferencia para estos casos y sus doctores tuvieron que tratarla con tranquilizantes aún más potentes. Ver a su hija como una zombie fue para su padre casi tan duro como verla en pleno episodio de manía.
Después de 24 días Sally fue dada de alta del hospital. Siguió siendo tratada con tranquilizantes además de terapia, la cual le ha servido de gran ayuda. Puede considerarse que ha vuelto a la “normalidad” a pesar de que las crisis maníacas-depresivas no se curan, son cíclicas y pueden retornar, como de hecho ocurrió con Sally 4 años más tarde cuando estaba en la universidad y 6 años después cuando su medicación fue descontinuada.
El tratamiento sin embargo sigue siendo la medicación adecuada, el estar alerta a los síntomas tempranos de una nueva crisis y la psicoterapia.
Como afirma Sacks Hurry Down Sunshine será reconocido en el futuro como un clásico de la literatura sobre la manía junto con las memorias de Kay Redfield Jamison Una mente inquieta: Testimonios personales sobre afectos y locuras(puede ver aquí a Kay Redfield hablando sobre su enfermedad).
Sin embargo lo que tiene de particular el libro de Greenberg como sostiene Sacks es que se trata de la perspectiva de un padre que ha llegado a comprender de manera conmovedora y perspicaz las ideas y sentimientos de su hija, exhibiendo además una habilidad particular para describir en imágenes y metáforas sus estados mentales.
Hurry Down Sunshine ofrece una especie de guía para aquellos que tienen que lidiar con las regiones oscuras del alma, una guía también para las familias y amigos, para todos aquellos que aspiran comprender lo que sus seres queridos están viviendo.
Este libro es también una oportunidad para hacernos ver el estrecho margen de “normalidad” que todos habitamos entre el abismo de la manía y la depresión acechándonos de cada lado.
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La Universidad de Southampton está lanzando esta semana el estudio más importante jamás llevado a cabo sobre experiencias cercanas a la muerte.
El estudio, llamado
un equipo de científicos y médicos internacionales que han decidido unir fuerzas para estudiar el cerebro humano, la conciencia y la muerte clínica.
El director del estudio es el Dr. Sam Parnia, un experto en el campo de la investigación de la conciencia durante la muerte clínica y autor del libro What Happens When We Die. Luego del éxito que tuvo el proyecto piloto de 18 meses en hospitales seleccionados del Reino Unido, el estudio se está expandiendo actualmente para incluir otros centros del Reino Unido así como Europa y los EEUU.
Contrario a la opinión popular la muerte no constituye un momento específico.
Es un proceso que comienza cuando el corazón deja de latir, los pulmones dejan de trabajar y el cerebro deja de funcionar, lo que constituye una condición médica que se conoce como paro cardíaco, el cual desde el punto de vista biológico es sinónimo del fenómeno de la muerte clínica.
Durante un paro cardíaco los 3 criterios de muerte están presentes.
Luego sigue un período de tiempo que puede durar de unos segundos a una hora o más en el que los esfuerzos de la emergencia médica pueden tener éxito en poner a funcionar de nuevo el corazón y reversar la muerte.
Lo que la gente experimenta durante este período de paro cardíaco abre una ventana a la comprensión de lo que todos experimentaremos al momento de morir.
Un importante número de estudios recientes llevados a cabo por investigadores independientes han demostrado que del 10 al 20 por ciento de personas que tienen paro cardíaco y muerte clínica reportan procesos cognitivos lúcidos y bien estructurados, razonamientos lógicos y coherentes, memoria y algunas veces un recuerdo detallado de los eventos que experimentan durante su encuentro con la muerte.
Para el estudio AWARE los investigadores utilizarán tecnología sofisticada para estudiar el cerebro y la conciencia en el paro cardíaco. Al mismo tiempo estudiarán la validez de los reportes de experiencias fuera del cuerpo y los reportes existentes sobre la posibilidad de “ver” y “oír” durante el paro cardíaco.
El estudio AWARE será complementado con el estudio del BRAIN-1
(Brain Resuscitation Advancement Internacional Network -1)
en el que el equipo investigador conducirá una serie de tests psicológicos así como técnicas de monitoreo cerebral dispuestas a identificar métodos para perfeccionar el cuidado físico y psicológico de pacientes que han sufrido un
paro cardíaco.
(Fuente:Sciences)
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