
Se divertían poniendo los petardos más estruendosos.
Miraban con ojos infantiles las estelas de los cohetes
y los fuegos artificiales que rompían en el cielo nocturno.
Cada uno mayor y más retumbante que el anterior.
Cuando se les acabaron, no pudieron parar.
Tenían la fiebre dentro y necesitaban más.
Al bueno de Buzz se le ocurrió hacer cohetes artesanos
con botellas vacías de cola, gasolina y pegamento.
Su cara se quedó blanca,
cuando aparecieron unos ángeles y les atravesaron
con sus espadas flamígeras.
El deseo de un anciano que quería dormir se había cumplido.
¡¡¡ HASTA MAÑANA !!!
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