Cuando tenemos frío, nos emocionamos, sentimos miedo, nos enamoramos
o vivimos una experiencia diferente a las comunes sentimos que la piel se nos pone
de gallina. Esto nos pasa a todos los seres humanos en mayor o menos medida,
pero ¿por qué?...
Por un lado y, científicamente hablando, la “piel de gallina” se produce por un reflejo llamado “piloerección”, lo que provoca que los pequeños músculos que están en la base de cada capilar se contraigan y levanten así cada uno de los pelos o vellos que recubren la piel.
Al mismo tiempo, se dilatan levemente los poros, lo que causa esa apariencia de tan particular de la “piel de gallina”.
Cuando los animales sienten frío, este reflejo les “abulta” su pelaje o plumas y los ayuda a mantener el calor en el cuerpo.
En el ser humano es, en realidad, parecido: sería un “intento” de captar más calor, pero como el humano –a través de la evolución- ha perdido mucho de su vello,
este reflejo ha quedado un poco sin propósito, por lo que no es más
que una especie de “simulacro”.
Por otro lado, esta “piel de gallina” no es más que una respuesta física al miedo:
así como cuando se comienza a sudar o el corazón se acelera por causa del miedo.
Lo mismo sucede con los animales, cuando son asustados por algo, su pelaje también se eriza –pensemos en los gatos-, de algún modo, esto los hace ver más “feroces” para sus rivales.
Por último, también podemos decir que una música o alguna historia que escuchamos y nos emociona nos ponen “piel de gallina”.
Como otras tantas reacciones reflejas a estímulos externos como el sonrojarse, ponerse pálido o las “mariposas en el estómago”, la “piel de gallina”
es responsabilidad del sistema límbico del cerebro:
está relacionado con lo fisiológico, no con lo físico.
La Piel de Gallina es imposible evitarla ya que un hecho orgánico que en mayor
o menor función nos pasa a todos los seres humanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario