miércoles, 14 de octubre de 2009

Conócete a ti mismo... que fácil es decirlo...


Uno de los aforismos más sobrevalorados
y al que se agarran todos esos libros de auto-ayuda escritos para europeos
que no saben qué hacer con sus cómodas vidas es el que se
dice que aparecía en el frontispicio
del templo de Apolo en Delfos,

«conócete a ti mismo».

Todos sabemos que no es fácil,
pero que si uno lleva a cabo una poderosa labor
de introspección acabará haciéndolo.

Y como premio para intentarlo,
seremos más felices.

Por suerte,
la moderna psicología ha descubierto que esto no es así.

No sólo no es cierto que se es más feliz si uno se conoce sino
que hacerse una imagen embellecida de uno mismo
es fundamental para poseer una cierta salud mental.

Sabemos que tenemos nuestras cosas buenas y nuestras cosas malas,
pero cuando nos miramos al espejo preferimos ver nuestra cara más agradable.

En diferentes experimentos, los sujetos psíquicamente sanos se consideran mejor descritos con adjetivos con connotaciones positivas que negativas,
de igual modo que a lo largo de la vida recuerdan los éxitos mientras
que los fracasos se olvidan con extremada facilidad
–de ahí, quizá, venga lo de tropezar dos veces en la misma piedra-.

Otra tendencia bastante común es la de considerarse responsable
de las acciones que han salido bien,
mientras que las que han salido mal la culpa la han
tenido un cúmulo de circunstancias.

Por si esto no fuera poco,
las personas psíquicamente normales viven convencidas
de que en una serie de aspectos son superiores al resto.

Un ejemplo claro lo tenemos en los conductores.
En diferentes encuestas, nueve de cada diez conductores se consideran
mejores que la media.

O cuando se propone que estimen su inteligencia.

Invariablemente nos creemos más inteligentes de lo que somos.

Un dato curioso.
El psicólogo David A. Dunning de la universidad de Cornell ha descubierto
que los incompetentes, además de no estar a la altura de lo que exige
su profesión, ni siquiera saben lo incompetentes que son.

En una serie de juegos de lógica encontró que quienes
más dudaban de sus aciertos o que se infravaloraban sacaban mejor puntuación que quienes se creían los mejores del grupo.

Y es que, en general, como dice el psicólogo alemán Rolf Degen,
”la necesidad de controlar las condiciones de la propia existencia está muy arraigada en el espíritu humano.

Hasta el punto de que es capaz de engañar a la razón
y hacerle creer que controla situaciones donde sólo existe azar
o que realmente están controladas por fuerzas que no puede dominar”.

Nos gusta ver las cosas no como son,
sino como nos gustaría que fueran.

by.masabadell

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