
Freud decía que no importa la realidad de los hechos,
sino la realidad psíquica.
Aquello que la persona toma como real,
pues en verdad, es ahí donde vive.
Interesante idea para tener en cuenta en estos días de pandemia.
¿Dónde vivimos?
Bueno, Freud lo ha respondido antes que yo.
Tal vez el tema, en este caso, sería quién construye la realidad social.
Una epidemia es un escenario exquisito para notarlo.
Cosas que usualmente pasan desapercibidas,
se revelan con mayor nitidez en medio del conteo de infectados.
Quién se acuerda hoy del temor al test de alcoholemia que experimentaban
los porteños al saber que en cualquier vuelta de la esquina podían
pararlo para medir el alcohol en su cuerpo y quitarle puntos de su boletín.
El alcohol pasaba de ser el invitado especial de las comidas
a ser quien podía echarlo todo a perder:
auto, registro, calma y demás posesiones.
Convirtiéndose casi en el enemigo de la ciudadanía.
Asistimos a variadas historias de sujetos parapetados en sus autos,
malgastando horas de encierro con tal de que el placer de sus excesos
no sea cuantificado por un simple y escueto número.
Luego tuvimos otro enemigo,
que otrora había sabido conquistar mitos populares.
Resultaba que los simpáticos, aunque a veces muy cargosos mosquitos,
se habían dividido en dos bandos.
Los buenos y los malos.
Estos últimos vestían unas rayas sutiles en su atuendo que simbolizaba
la guerra declarada.
Amenazaban con diseminar su peste por aquí
y allá para adueñarse del universo.
Los medios de comunicación nos exhortaban a unirnos
al combate armado contra esta secta indeseable de insectos.
Aniquilarlos era nuestra misión de vida o muerte.
La gente que ha acumulado años como para haber transitado varias generaciones, suele decir que la vida es una rueda.
Una expresión que intenta explicar ciertas paradojas que observan
con el sólo dejar pasar los años ante sus ojos.
En esta oportunidad no fue necesario ni siquiera un lustro para
ver cómo el alcohol pasó de ser enemigo a salvador.
Convertido en gel, ha recobrado su reputación con creces.
Consagrándose como un bien preciado, que todos buscan y pocos consiguen.
Quienes lo tengan, ostentaran una alcoholemia positiva
que les aseguraría la salud en medio de la pandemia.
Sin duda la gripe A es algo de lo que debemos cuidarnos.
Pero ¿eso es todo?
¿Atravesamos un fenómeno estéril, libre de manipulaciones?
¿Las cosas son lo que son, son lo que se muestra que son,
son lo que se esconde?
Es muy probable que no pueda responder tantas preguntas.
De lo que sí estoy segura es de que la sensación con la que
se vive es resultado de una construcción.
El termómetro de la calle está directamente relacionado
con los medios de comunicación en proporciones simétricas,
que suben y bajan según el antojo de éstos últimos.
Menos de una semana atrás,
la pandemia ya estaba entre nosotros,
sólo que no teníamos tanto miedo.
Hablábamos de las elecciones,
de la legalidad de las candidaturas testimoniales.
Luego hablamos de todo lo que había perdido el gobierno
con el resultado de los comicios.
La noticia no era quién ganó,
sino quién perdió y lo que había perdido en ellas.
Es probable que el Gobierno de la Ciudad siga haciendo
controles de alcoholemia.
¿O ya no es importante que la gente maneje alcoholizada?
¿Sería menos grave morir en esa circunstancia que morir de gripe?
¿Menos probable tal vez?
Nadie parece estar preocupado por ello.
¡Ok, tome alcohol pero límpiese las manos luego de hacerlo!
Los mosquitos están, supongo, dormidos por el frío.
Pero no bien regrese el calor pueden volver al ataque,
Y el calor regresó.
Sólo que pocos piensan en eso y seguro no es gente que salga
en la televisión.
La inseguridad debe ser la misma que la semana pasada,
sólo que ahora los medios dicen que es más importante
conseguir alcohol en gel.
El acceso a la educación sigue siendo restringido para los barrios más pobres,
los accidentes de tránsito siguen teniendo la misma tasa de mortalidad
que hace unos meses.
El sistema de salud no era prioridad en las campañas políticas
de la semana pasada.
Menos de siete días después, médicos y enfermeras
son la vedette del espectáculo y la gente toma conciencia de su importancia.
Atravesar una pandemia,
además de ser un momento crítico para la salud de la ciudadanía,
no deja de ser un hito en la historia del mundo.
Justamente por su magnitud genera múltiples fenómenos
sociales que vale la pena pensar.
Probablemente para poder mantener la calma
en tiempos en que Crónica TV cuenta los muertos
como si fueran trofeos negros de sus rojas primicias.
lapalabramatalacosa
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