martes, 20 de octubre de 2009

Los náufragos de la Guerra Fría...


En los inicios de la carrera espacial, la URSS no sólo lanzó el primer satélite y la primera nave espacial tripulada, sino también los primeros misiles intercontinentales.

En 1960, un ensayo de dichos misiles sobre el Océano Pacífico y una gran tormenta llevaron cuatro soldados soviéticos a vivir una odisea de 49 días en la que forzaron la resistencia humana hasta límites insospechables.

Tras ser rescatados por un portaaviones estadounidense, esos jóvenes reclutas considerados inicialmente traidores cobrarían fama mundial y regresarían a casa convertidos en héroes.



“Gloria a los valientes hijos de nuestra patria”

El inicio de la odisea

La mañana del 17 de Enero de 1960, una barcaza de la armada soviética se disponía a cargar en un muelle de la isla Iturup, la más grande y una de las más meridionales del archipélago de las Kuriles.

De repente, cuando apenas acababa de amarrar, estalló una gran tormenta de altas olas y vientos huracanados que rompió la soga que sujetaba la barcaza a tierra firme y la arrastró a océano abierto.

Maqueta de la barcaza T-36

Tras varias horas de infructuosa lucha, los cuatro marineros que se encontraban a bordo decidieron rendirse ante la evindencia que su débil embarcación no podía hacer nada contra tales inclemencias. Capitaneados por el joven sargento Askhat Ziganshin (Асхат Зиганшин), optaron por apagar motores y quedar a la deriva, confiando que pronto remitiría la tempestad y serían rescatados.

Las míseras reservas de comida de qué disponían no debían suponer un problema.

Pero pasaron los días y la tormenta persistía.

Con la falsa convicción de que en breve serían salvados, en poco tiempo comieron los pocos víveres que tenían a bordo: un pan de molde, un par de latas de carne estofada y algo de grasa de cerdo; quedando sólo un puñado de patatas impregnadas de fueloil y agua procedente del sistema de refrigeración del motor.

Cuando ya llevaban cuatros días zarandeados por las olas, Ziganshin leyó en un periódico que justo entonces se acababa de decretar el cierre de la navegación en una gran área del Océano Pacífico, por el inminente lanzamiento de prueba desde Baikonur de uno de los primeros misiles intercontinentales.

Precisamente, en esa misma zona era donde su barcaza navegaba a merced del temporal. Esta noticia estremeció a los jóvenes marinos, no por el peligro que pudiera suponer el cohete, sino por la consecuente ausencia de barcos que pudiesen localizarlos.


Cohete R-7
Cohete R-7, primer misil intercontinental. Utilizado para lanzar
el Sputnik y base de los futuros cohetes lanzadores soviéticos.


Supervivencia extrema

La barcaza T-36 a la deriva

Tras casi una semana en alta mar, finalmente llegó la calma.

Ziganshin y su tripulación pasaron del más intenso de los ajetreos a encontrarse flotanto en una balsa de aceite, ignorando que el lanzamiente del cohete se había producido con éxito.

Poco a poco, en ver que pasaban los días y no aparecía nadie a su encuento, la esperanza de ser rescatados se convirtió en resignación.

Durante treinta y cinco años, los cuatro marineros pensarían que nadie salió en su búsqueda por culpa del mal tiempo; pero, en ser desclasificada documentación relacionada con los lanzamientos de misiles, supieron que en realidad habían estado rodeados de otras embarcaciones soviéticas que en ningún momento se preocuparon por rescatarles, ya que su único y exclusivo objetivo era localizar los restos del cohete R-7 (semyorka, cемёрка ).

De hecho, en tierra firme se les dio por desaparecidos o desertores, llegando a enviar agentes del KGB a casa de sus familiares para interrogarles en búsqueda de indicios de deserción.

Con el paso de los días, esas patatas empapadas de fueloil amontonadas en un cubo pasaron a ser un manjar que sería racionado durante más de un mes.

A partir del 24 de Febrero, día en que acabaron la última patata, la lucha desesperada por mantenerse en vida les llevaría a comer las cosas más inverosímiles: empezando por el cuero de las correas de sus relojes, cinturones, botas y hasta un acordión; además de pasta de dientes y jabón.

Todo ello bien tostado (por no decir chamuscado) y untado con grasa

de motor para poder ser tragado más fácilmente.


El tan ansiado rescate

El 7 de Marzo, después de siete eternas semanas a la deriva y cuando los cuatro marineros se encontraban prácticamente agonizantes, el ensordecedor ruido de un avión volando a baja altura les sobresaltó.

En breve, apareció en su ayuda un enorme portaaviones estadounidense, el USS Kearsarge, que regresaba a California tras una estancia en Japón.

Desde el inicio de su periplo, la barcaza había recorrido más de 1.500 millas.


Recorrido de la barcaza T-36 hasta su rescate
Recorrido de la barcaza T-36 hasta su rescate


Sin apenas fuerzas para moverse, los cuatros marineros se arrastraron hasta cubierta, dónde un helicóptero les ofrecía ayuda y subir a bordo del portaaviones. Inicialmente, temerosos de ser considerados unos traidores por entregarse al enemigo, nuestros protagonistas pensaron en negarse a ser rescatados y en simplemente pedir ayuda para poder regresar por su cuenta.

Finalmente, pero, accedieron.

Habían perdido unos treinta kilos de peso y, de lo exhaustos que estaban,

un par de ellos llegaron a perder el conocimiento.


Filipp Poplavsky y Askhat Ziganshin en el USS Kearsarge
Filipp Poplavsky (Филипп Поплавский)

y Askhat Ziganshin con un oficial del USS Kearsarge


A bordo del USS Kearsarge recibirían todo tipo de atenciones:

fueron aseados, recibieron comida caliente, tabaco, etc.

En las siguientes fotos podemos ver a Askhat Ziganshin siendo afeitado y a Anatoly Kryuchkovsky (Анатолий Крючковский) con un bol de comida:


Askhat Ziganshin siendo afeitadoAnatoly Kryuchkovsky comiendo

Tan pronto como se recuperaron, los americanos organizaron una conferencia de prensa a bordo del mismo portaaviones para aprovechar el efecto mediático que pudiera tener el rescate de la tripulación soviética.

En esa conferencia, a la que no se dejó acceder a medios de la URSS, se relató todo lo ocurrido y se ofreció asilo político a los náufragos. Oferta que estos rechazaron.


Salto a la fama y retorno a la URSS

A su llegada a San Francisco, Ziganshin y sus muchachos se vieron envueltos en una vorágine de popularidad: recepciones oficiales, entrevistas en la televisión, firmas de autógrafos, etc. Tras una visita al consulado de la Unión Soviética, los cuatro marineros iniciaron una pequeña gira por los Estados Unidos antes de volver a Europa a bordo del legendario Queen Mary.


Recibiendo la llave de oro de San Francisco
Recibiendo la llave de oro de la ciudad de San Francisco de manos de su alcalde


Acostumbrados a una vida de dificultades en su caserna de las Kuriles y después de salvar milagrosamente sus vidas, ese salto al estrellato parecía más bien un último y surrealista espejismo.


Atendiendo a la prensa en la terraza de su hotel
Atendiendo a la prensa en la terraza de su hotel


Cuando llegaron a la URSS, fue la maquinaria propagandística soviética la que se puso en funcionamiento.

Desde su descenso del avión en impecables uniformes nuevos, los cuatro soldados asistieron a multitud de recepciones ante las más altas instancias del país, fueron condecorados, viajaron por todo el país y protagonizaron durante una buena temporada los noticiarios del régimen. Incluso se realizó una película basada en su historia titulada “49 días” (49 дней).


Recepción con el ministro de defensa Rodion Malinovsky
Recepción con el ministro de defensa Rodion Malinovsky (Родион Малиновский)

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