miércoles, 28 de octubre de 2009

Lyuba: los secretos del Mamut Congelado

Lo peor contra el sueño cuando regresas a tu casa un viernes de madrugada no es cierta llamada inoportuna, sino encontrarte en tu buzón el número de Mayo de la revista del National Geographic y sucumbir a la tentación de empezar a ojearla.

A la mañana siguiente te habías planteado la dura tarea de buscar información no parcial sobre transgénicos y escribir un post sobre este importante pero ya casi cansino debate. Sin embargo, no puedes quitar ojo de la revista que la noche anterior dejaste tirada en el suelo abierta por las páginas de un maravilloso reportaje sobre el mamut congelado mejor preservado descubierto hasta la fecha.

El descubrimiento de Lyuba

Una mañana de Mayo del 2007 el cuidador de renos Yuri Khudi iba caminando con tres de sus hijos por las congeladas cercanías del río Yuribey en la península de Yamal en el Noroeste de Siberia, cuando vio frente a él algo que le dejó sobrecogido. A lo largo de su vida había encontrado gran cantidad de colmillos y otros restos de mamuts, pero nunca un ejemplar entero y aparentemente intacto.
Inquieto por las leyendas sobre los malos augurios que acompañan a los mamuts, pero consciente de la posible gran notoriedad del hallazgo, avisó a las autoridades locales. Días después Yuri tomaba un helicóptero con varios museólogos en búsqueda del cuerpo del animal extinto.
Cuando llegaron a la zona del descubrimiento, el mamut había desaparecido.
Tras las dudas iniciales, sabiendo lo preciados que son los restos de este animal, una opción nada disparatada es que alguien se hubiera percatado de la noticia y lo hubiera recogido antes que ellos.

Efectivamente, durante la visita al poblado de Novyy Port encontraron el ejemplar mejor conservado de mamut hallado hasta el momento recostado sobre la pared de una tienda, a la que fue ofrecido a cambio de 2 motos de nieve y un año de comida por el propio primo de Yuri. Con sólo unas pocas marcas de mordeduras de perros, los expertos consiguieron recuperar la cría de Mamut y llevársela al Museo cercano de Shemanovsky, desde donde empezaron a ofrecerla a la comunidad científica para su estudio.

Breve historia de los mamuts

Los mamuts provienen de elefantes africanos que migraron hacia el norte y poco a poco quedaron adaptados a climas fríos: Los primeros mamuts lanudos aparecieron
hace 400.000 años provistos de una densa mata de pelo, piel gruesa, orejas pequeñas,
y largos colmillos que les permitían luchar y escarbar en la nieve.
Durante la edad de hielo se expandieron por una amplia zona del hemisferio norte, su población descendió durante una época de calentamiento 120.000 años atrás, su número volvió
a aumentar, luego se redujo drásticamente durante un corto período entre 14.000-10.000 años, y el último ejemplar
se extinguió hace 3.900 años. Hay cierta controversia sobre
las causas del tremendo declive sufrido por los mamuts y otros grandes mamíferos hace 10.000 años.

Se habla de meteoritos, enfermedades, sequías, fuegos, cambios en la vegetación… pero todo indica que está ligado
al final de la edad del hielo y las consecuencias derivadas del agudo aumento de la temperatura.

Una de ellas, la expansión de humanos modernos a latitudes superiores acompañados
de virus y eficientes técnicas de caza.

Desde que en 1806 se descubriera el primer mamut lanudo congelado se han ido acumulando otros ejemplares,
pero ninguno tan bien preservado como Lyuba, la cría de mamut cuya excelente conservación de dientes, estómago, esqueleto y órganos internos entusiasmó a los científicos.


La autopsia

Quizá la pregunta más inquietante sobre Lyuba es
¿cómo puede aparecer de golpe en medio del paseo de un cuidador de renos?

Una de las primeras pruebas que hicieron fue un escáner del interior de su cuerpo.
En él se comprobó que la garganta, esófago, nariz y boca estaban llenas de un sedimento denso, por lo que se dedujo que Lyuba había muerto asfixiada tras quedar atrapada
y sumergida en el barro.

Pero lo que más llamó la atención era su excelente y enigmático estado de conservación. Debió fallecer rápido, y hundirse por algún movimiento de tierras en los hielos del permafrost. Pero aún así, después de 40.000 años su impecable estado era inexplicable.

Durante la autopsia que le realizaron en junio del 2008
los científicos descubrieron un hecho curioso: Olía extraño.
Esto hizo sospechar que algunos microorganismos podían estar implicados en tal preservación.

Lyuba había sido protegida durante todo este tiempo por
el ácido láctico que ciertos microbios habían generado en condiciones anaerobias entorno a sus tejidos.

Sobre el misterio de su repentina aparición, la explicación más coherente es que los fuertes movimientos por el deshielo que se produjo en esa zona en el 2006 rompieron el permafrost, llevaron a la superficie el fragmento que contenía a Lyuba, éste se derritió, y su cuerpo quedó expuesto hasta que Yuri Khudi lo descubrió.

Con la autopsia los investigadores descubrieron muchos aspectos más: el análisis de sus dientes reveló que Luyba sólo tenía un mes de edad cuando falleció.

Analizar la piel y grasa del abdomen permitió concluir que tanto hija como madre estaban muy bien alimentadas y no debían pasar penurias.

Con los restos fecales se comprobó que, como también hacen los elefantes,
las crías se alimentan de las heces de la madre para conseguir sus bacterias intestinales.

Se identificó el tipo de vegetales que había en esa zona, el grado de parentesco con los elefantes… pero lo más intrigante fueron las posibilidades que ofrecía su también muy bien conservado ADN.


Recuperar especies extinguidas

¿valdría la pena volver a ver a Luyba caminar?

Esta sería una de las primeras preguntas a hacernos.

Inmediatamente aparece la segunda

¿sería posible, y cómo?

La primera opción que nos viene en mente es al típica clonación por transferencia nuclear.
El método con que se clonó a la mítica oveja Dolly:
Extraer el material genético del núcleo de una célula de mamut, introducirlo en un óvulo
de elefanta, hacer que empiece a dividirse, implantarlo en el útero de otra elefanta, y esperar
a que nazca un mamut sano.

Esto, imposible no es, pero a medida que la clonación reproductiva acumula fracasos
se ve cada vez más complicado.

Otra opción que barajan los científicos es conseguir el esperma de un mamut macho y fecundar un óvulo de elefante con él.

Si fuera exitoso nacería un híbrido. que por reproducciones selectivas posteriores podría terminar generando un mamut.

El año pasado, la secuenciación del 70% del genoma del mamut abrió la puerta a dos nuevas posibilidades más descabelladas todavía.

Una sería sintetizar la cadena de ADN del mamut, organizarla en cromosomas, empaquetarla en un núcleo, y clonarlo.

La otra sería fijarse en las diferencias entre el ADN de elefante y de mamut, y hacer los 400.000 pequeñas modificaciones que transformarían
el ADN de un elefante en el de un mamut.

Aunque suene irrisorio, algunos científicos creen que es cuestión de tiempo poder conseguirlo, y que algún día seremos realmente capaces de revivir especies extinguidas.

Yo no termino de creérmelo, pero de nuevo, los científicos implicados deberían
poder justificar muy claramente porqué merece la pena siquiera intentarlo.

M.I.T.

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