
El repiqueteo de unos tubos fluorescentes al encenderse y su blanca luz me despiertan.
Abro los ojos y no reconozco nada a mí alrededor, no sé donde estoy.
Me encuentro acostado en la parte de arriba de una litera y yo en mi habitación no tengo literas.
Me incorporo, me siento en el borde y con los pies colgando observo el lugar donde me encuentro.
Es una habitación pequeña de lisas paredes de hormigón gris.
A mi izquierda se encuentra la única salida que existe y esta cerrada por gruesos barrotes que se alargan del techo al suelo.
No hay duda, he vivido lo suficiente como para saber que estoy en una celda.
Pero… ¿Cómo he llegado hasta aquí?
Me froto la nuca con fuerza para desterrar los retazos de sueño que aún quedan en mi cabeza y trato de hacer memoria de lo último que…
Nada, tan solo recuerdo que estaba en mi casa, que fui a la puerta…
Entonces… ¿¡Qué demonios hago yo aquí!?
De un salto llego al suelo.
Mis pies sienten el frío que transmite el suelo de cemento.
Todo en la celda es frío, impersonal, sin ninguna señal que identifique nada, ni tampoco ningún rastro de vida que hubiera podido pasar por allí, al menos recientemente.
Me dirijo a la puerta, levanto los brazos y con las dos manos agarro los barrotes.
Hago fuerza queriendo abrir pero las rejas están sólidamente sujetas.
Echo un vistazo fuera y a cierta distancia, enfrente de mí, veo muchas celdas en fila que dan la sensación que se pierden hasta el infinito, tanto a izquierda como a derecha y de arriba a abajo.
En su interior parece que distingo siluetas moviéndose.
Efectivamente, son gente que parecen estar como yo, encerrados en aquel terrible sitio. Empiezo a gritar:
-¡OIGAAN! ¡¿ME OYEN?! ¡
¿PUEDEN DECIRME DÓNDE ESTOY?!
Guardo silencio.
No se oye respuesta alguna, nadie parece haberme escuchado y aquellas siluetas siguen moviéndose completamente ajenas a mis gritos.
Cuando se disipa el eco de mis palabras me doy cuenta de que, en aquel sitio,
no existe un verdadero silencio.
Flota en el aire un molesto e insistente zumbido, que parece palpitar y que proviene de todos los sitios y de ninguno.
De esos ruidos que pasan inadvertidos y que sólo los oyes cuando prestas atención.
Pero aquel extraño y continuo zumbar parece deshacerte el cerebro y da la sensación que hasta logra cambiar tu percepción de las cosas.
-¡POR FAVOR! ALGUIEN QUE RESPONDA
-Es una tontera que grites, no te molestes.
Ellos nunca hacen caso.
-¿Quién ha dicho eso?
– Era una voz que sonaba a cansancio y resignación.
Parecía provenir de fuera, supongo que de la celda contigua a esta.
Trato de colar mi cabeza entre dos barrotes para mirar pero es inútil, es demasiado estrecho.-
¿Quién hay ahí?
-Nadie. –Escuché en un susurro.
- No debería haber dicho nada, a ellos no les gusta que hablemos.
-¿Ellos? ¿Quiénes son ellos?
Oí unas risas apagadas.
-¿Qué quiénes son ellos? Pues quienes van a ser “La Autoridad”
-No entiendo… ¿Tú quién eres, cómo te llamas?
-¡No se te ocurra pronunciar ningún nombre!
–Habló en voz alta.-
¡Aquí no están permitidos los nombres, está prohibido que los usemos!
–Hizo un pausa y continuó con un hablar más sereno
.-El nombre es lo primero que te arrebatan, así anulan tu identidad.
Estoy seguro que tú ya estás empezando a olvidarte como te llamas.
-Que tontería, como voy a ser capaz de olvidar mi propio nom…
Mi mente quedó en blanco un instante…
¡Cielo santo! ¡Es cierto!
Mi nombre se está empezando a convertir en un recuerdo vago y difuso
. El pánico empieza a inundar mi cuerpo.
-Luego es la ropa. Aquí no hay diferencias.
Tu imagen personal no existe, eres igual o peor que el resto.
No me había fijado hasta ahora.
No sé como ni cuando me lo habré puesto pero voy vestido con una especie de pijama, de burda tela gris y digo gris por decir algo, pues la prenda está tan raída y sucia por todos los lados que apenas quedan recuerdos de su color original.
-Pero… ¡Esto no puede ser!
¡Yo estaba en mi casa… en mi cama…!
-Mis palabras salen como un sollozo a la vez que me palpo mi cuerpo con las manos, como queriendo comprobar si mi propia existencia es real.-
¿Por qué?
-No sólo te lo hacen a ti, me lo hacen a mí y se lo hacen a todo el mundo. –Seguía hablándome aquella anónima voz.- Doblegan nuestra voluntad, quieren que seamos modélicos ciudadanos que cumplamos con nuestra tarea y no demos demasiados problemas.
-Pero eso no es posible. Nunca he oído hablar de nada así y alguien hubiera protestado, la gente se hubiera echado a la calle, esto no puede ser, es imposible…
-Claro que puede ser. –Me interrumpe.- Nadie dice nada porque nadie recuerda esto. Si acaso, como mucho, un vago recuerdo de un mal sueño.
Ellos tienen muchos medios y pocos escrúpulos.
Todo está concebido para apropiarse de tu voluntad.
Lo de los nombres, la ropa, el ruido ese que escuchas que va minando tu conciencia.
Consiguen quebrantar tu salud con venenos que mezclan en el aire y la comida y doblegan tu voluntad con productos químicos que lo mismo te provocan una irrefrenable euforia como te sumergen en la más profunda de las depresiones.
Aprovechan tu debilidad para provocarte y te ponen deseables recompensas que casi te dejan alcanzar, para luego arrebatártelas de un plumazo.
Pisotean tus ilusiones y tu dignidad e incluso manipulan tus sueños mientras duermes.
De ese modo, poco a poco, con calculada crueldad consiguen hacer de ti lo que ellos quieren, un perro fiel que nunca morderá a su amo.
Una persona que cumple ordenes sin rechistar y se afana por cumplir las tareas encomendadas.
No podía creer lo que estaba escuchando, aquello es demencial.
-¡Nadie conseguirá hacer nada conmigo!
–Grito más por miedo que por valentía.
- Alguien me echará de menos…
Escucho las risas de mi vecino.
-Todo el mundo está con ellos.
¿No lo entiendes?
No puede ser, no lo acepto.
Me encaramo a los barrotes y empieza a gritar como un poseso.
-¡HIJOS DE PUTA! ¡SAQUENME DE AQUÍ!
¡CONMIGO NO VAN A PODER!¡YO SOY LIBRE!
¡YO QUIERO PENSAR POR MI CUENTA!
Comienza a sonar una sirena y se apaga la luz de mi celda aunque veo que las demás permanecen encendidas.
Guardo silencio sobrecogido, no sé lo que ocurre.
De pronto comienzo a escuchar unos apresurados pasos que se acercan por el pasillo.
Retrocedo hasta que siento la fría pared en mi espalda.
Aguanto la respiración expectante.
Los pasos se oyen cada vez más cerca y se detienen enfrente de los barrotes que desaparecen no sé de que manera.
La silueta de al menos dos personas se recorta en la entrada y veo como se aproximan.
Van vestidos de blanco que les cubre de los pies a la cabeza.
Llevan mascarillas y unas gafas negras que ocultan completamente sus rostros.
-¿Qué quieren de mí? Vengan, los estoy esperando.
-Que equivocado estaba.
Uno de ellos avanza un paso y alarga su brazo en el que lleva una flexible vara de metal con un led rojo en la punta.
Apenas si me roza con esa punta y siento como una increíble oscuridad invade mi mente y tan solo escucho el “crock” que hace mi cabeza al chocar contra el suelo.
Piiii… Piiii… Piiii…
Abro los ojos y veo los dígitos rojos del despertador que suena sin piedad.
Las 7:00 AM. Alargo el brazo y lo apago.
Me levanto adormilado, tengo muchas cosas que hacer hoy, así que será mejor que me despabile.
Voy al baño y comienzo a vaciar mi llena vejiga.
Mientras orino pienso en lo bien que he dormido hoy. Me noto descansado, de esos días que te levantas con la sensación de haber tenido un sueño verdaderamente reparador.
Hoy me siento otro.
¿Qué es esto?
–Exclamo mientras me toco un generoso chichón que luce en mitad de mi frente.
- Pues habré dormido bien, pero parece que he tenido algún sueño movidito.
Me quedo un rato frente al espejo, mirándome el abultado golpe.
Hago un esfuerzo y trato de recordar que he soñado esta noche…
-Es igual. –Agacho la cabeza y comienzo a mojarme la cara
.- Es tarde.
Tengo que cumplir con las tareas encomendadas…
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