viernes, 6 de agosto de 2010

Bla ... bla ... bla ...

Dicen que la palabra es la herramienta del pensar, aunque la verdad,

yo no me fiaría de la palabra cuando habla de si misma.

De hecho, lo cierto es que la palabra también acude en al margen de todo pensamiento, lista para rellenar la hendidura del silencio,

llámese ausencia o llámese distancia,

que son solo dos maneras de nombrar aquello que nos falta.

Esta necesidad de suprimir todo aplazamiento,

que antes se remediaba con la sutil melancolía de la espera,

ahora es campo de actuación de las tecnologías invisibles.

Pero el hueco se rellena con la arena de otro hueco.

El "cuándo tendré noticias suyas" se ha convertido en el

"por qué no me llama",

y en lugar de descontar las horas o los días,

vamos añadiendo pequeñas y grandes

traiciones o desgracias que justifiquen la injusticia

de la atención que se nos debe.

Y así, la palabra vana cuando llega se convierte en la palabra clave,

la contraseña que confirma nuestras esperanzas,

palabras de arena,

lastre que nos devuelve a la tierra,

arrullo reconocible

que nos bla, bla, bla, bla, bla...

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