Como cada mañana monto al amanecer en aquella película dentada, cuyo engranaje suena con el sordo traqueteo de un antiguo proyector.
En ella soy el extra inmóvil que abre un libro y ante el cual se despliega otra película que, si es buena, disolverá el paso de las páginas.
A las tres de la tarde se coloca la segunda bobina
y la historia parece repetirse.
Los extras, eso sí,
aparecen ahora un tanto demacrados pues no han comido todavía.
Cuando al fin llega la noche,
la pantalla se oscurece y bajo de mi película.
Hasta el amanecer siguiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario