viernes, 4 de febrero de 2011

Aquel destino...


Te agarras al destino y justificas lo que eliges como irremediable.

 La responsabilidad te libera de su carga mientras te crees esclavo
 de algo que está escrito.

A posteriori es fácil sumar casualidades hasta ver
 el camino ya trazado. 

Pero como en los cuentos, los cruces, las señales,
 te hacen parar, mirar, leer. 

Cada continuación es obra de tus pies obedeciendo las órdenes 
de una decisión. 

No hablamos de tamaños, de pros y contras,
 del esfuerzo o la inercia.

Ningún guión determinada la vida.

 Existen, está claro, se disfrazan de expectativas, de costumbres,
 de ciclos, y luego vienes tú tachando, suprimiendo,
 sobrescribiendo párrafos enteros.

Existen como existen papeleras, borradores, contendedores 
en las calles.

El destino es una trampa que te lava las manos, 
pero a mí no me cierra. 

Yo creo en el fuego que purifica y en el aire que pasa y nos olvida,
en su silencio sin formas.

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