James Graham nació en Edimburgo en 1745 y luego se estableció en Londres, donde a juicio de muchos, se convirtió en uno de los más conocidos charlatanes en la historia de la Medicina.
En su ciudad natal se matriculó en la facultad de ciencias médicas,
pero al poco tiempo abandonó los estudios; de todas formas eso nunca impidió que se presentara como médico a todas partes que iba.
A los 20 años tuvo la oportunidad de viajar hacia América y se asentó en Filadelfia, donde se hacía pasar por oftalmólogo.
Fue en esa ciudad donde tuvo conocimiento de los primeros experimentos basados en la electricidad que hacía Benjamín Franklin, y desde entonces albergó la idea de que esta nueva y poderosa fuerza sería la cura para todos los males de la humanidad.
Regresó a Inglaterra en 1775, y decidió probar suerte en Londres donde adquirió una vieja mansión y la reconstruyó totalmente.
Allí fundó su famoso “Templo de la Salud y el Himen”, donde empezó a ofrecer sus originales terapias y tratamientos a base de electricidad.
Graham había mandado a construir una especie de trono donde la gente se sentaba y recibía descargas eléctricas en todo su cuerpo y cabeza,
ya que también les ponían una especie de coronas que generaban electricidad.
Pero ese no era el único servicio que ofrecía James Graham, ya que toda la mansión estaba adecuada a manera de clínica o spa donde ofrecía desde “magistrales charlas”, pagadas por supuesto, hasta los más estrambóticos tratamientos que vamos a ver más adelante.
En estas exóticas conferencias que ofrecía, hacía hincapié en que el sexo era un acto patriótico y que la procreación era un deber nacional.
Que lavarse los genitales con abundante agua fría era esencial para
una buena salud sexual, y sostenía que la prostitución y la masturbación deberían ser prohibidas y castigadas por las leyes.
Insólitamente su Templo de la Salud empezó a llenarse de clientela,
pero no de cualquiera, sino de la más glamorosa
del Londres de aquella época.
Graham tenía una personalidad carismática, y el natural atractivo de
sus novedosos tratamientos le permitieron atraer clientes como el Príncipe
de Gales, la duquesa de Devonshire, y la crème de la crème de la aristocracia
y alta sociedad.
Los precios de los tratamientos en consecuencia,
eran exorbitantes para el londinense promedio.
El ambiente del templo estaba matizado de una manera muy sutil y especial, puesto que en todos los ambientes se ponía música para estimular
la sexualidad de los pacientes, acompañado de agradables aromas de inciensos traídos de la India, y todo esto se complementaba con unas hermosas “diosas de la salud” que se paseaban semidesnudas a manera de enfermeras por todos los ambientes.
Una de estas bellas damas era la joven Emma Hamilton, que llegaría
a ser famosa muchos años después por haber sido la amante del Almirante Nelson, el gran marino inglés que enfrentó a Napoleón.

Entre sus novedosos servicios, el famoso templo contaba también con una gran tina de baño eléctrica y múltiple (por suerte nadie murió electrocutado), pero el tratamiento principal, el más caro y en el que más empeño había puesto su creador, se trataba de “La Cama Celestial”.
La Cama Celestial se encontraba en la habitación principal de la mansión,
y como su nombre lo indica, era una gran cama de 4 por 3 m de longitud
en donde, Graham afirmaba, no sólo se podía curar la infertilidad
de las parejas, sino que de paso
quienes la usaban podían engendrar niños de la más perfecta belleza.
El colchón de esta gran cama se encontraba relleno de imanes para aliviar
la disfunción eréctil y de pelo de colas de caballos sementales escoceses.
La estructura y los soportes podían moverse o inclinarse hacia cualquier lado para facilitar las posiciones para concebir.
En la cabecera podía leerse:
"Sea fecundo, multiplíquese y llene la tierra".
El sorprendente mobiliario de esta habitación había costado 12.000 libras
de la época y estaba maravillosamente tallado con decorados dorados, telas, brocados y todos los ornamentos que podamos imaginar.
Estaba sostenido por 28 pilares de cristal, con cortinas carmesíes de sedas
y borlas sumamente lujosas.
El techo era una gran bóveda en la que había algunos orificios por donde salían aromas orientales y “música celestial” para estimular a los huéspedes.
Si los clientes lo deseaban y no se sentían incómodos, el templo
les proporcionaba cuatro diosas de la salud para que bailasen sensualmente a su alrededor mientras ellos se dedicaban a su faena.
Se estima que sólo en los tres primeros meses, más de once mil personas visitaron el templo, la mayoría para recibir sus charlas, y otros para someterse a las novedosas terapias.
Una gran cantidad de mujeres aristócratas con problemas de fertilidad
seguían al pie de la letra consejos tan sibilinos como “bañar en champagne los genitales del esposo, mientras ellas se sometían a baños diarios
con descargas eléctricas”.

A pesar de tener suficiente clientela que podía pagar por los servicios
desu clínica, James Graham en poco tiempo estuvo con las deudas
hasta el cuello.
En parte se debió a que en sus años de estudiante de medicina
se había hecho adicto al éter, y en su edad adulta aspiraba alrededor
de una a dos onzas diarias.
Acosado por los acreedores tuvo que deshacerse de sus posesiones
y huir en 1784 con su reputación arruinada hacia su natal Edimburgo,
donde armó un pequeño templo de la salud con las pocas cosas
que pudo rescatar de su antigua clínica.
Para julio de 1788, Graham declaró que había “renacido” y renunció
a su pasado y a sus famosas terapias con electricidad, pero se dedicó
a promocionar los “baños de salud” que no eran más que simples
baños de lodo o barro.
Ahora aseguraba que los baños con barro contenían el secreto
de la inmortalidad, ya que la gente podía absorber todos los nutrientes necesarios de la tierra para vivir eternamente.
El mismo juraba haber sobrevivido dos semanas sumergido
en el barro sin alimentarse, sólo bebiendo agua.
Graham seguía teniendo clientela, y de todas formas resulta comprensible,
ya que sus métodos eran mucho más atractivos que la medicina tradicional de la época, que generalmente se basaba en la aplicación de sanguijuelas e incisiones con las famosas sangrías.
Después de un tiempo se sintió extrañamente lleno de fervor religioso y fundó su propia Iglesia a la que llamó La Nueva Iglesia de Jerusalén, de la cual, aparte de fundador fue único miembro.
Tantos años abusando del éter tenían que pasarle la factura, y eso se notó claramente cuando fue perdiendo la cordura, por ejemplo, en su correspondencia ya no firmaba con su nombre, sino como "Siervo del señor
y de su maravilloso amor", y había ocasiones en que mientras caminaba
por la calle le cogían arrebatos de extrema generosidad y empezaba
a regalar la misma ropa que estaba puesto a los pobres, llegando a quedarse prácticamente desnudo.
En dos ocasiones fue arrestado por este tipo de comportamiento en la calle, que contrariaba a la moral y las buenas costumbres.
Falleció repentinamente en Edimburgo, víctima de un derrame cerebral
a la edad de 49 años, y a pesar de sus excentricidades y charlatanerías,
una publicación suya de 1775 tuvo posterior éxito, ya que llamaron mucho
la atención sus extrañas opiniones acerca de la humanidad y de la guerra, sobre la abolición de la esclavitud, la necesaria escolaridad de las mujeres,
la dieta y el vegetarianismo, de hecho Graham fue un vegetariano apasionado.
La mayor parte de sus opiniones sobre esos temas ahora se han cumplido, y sorprende que, habiendo sido tan visionario y poseedor de una mente
tan abierta, se haya dedicado a timar a la gente con sus famosas terapias
de salud.
En Inglaterra aún persiste el debate en si se trató de un adelantado
a su tiempo, o de simple estafador.
vía: paradofrentealmundo




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