martes, 31 de mayo de 2011

Marte, nuestro segundo hogar...?



Marte es, por mucho,
el planeta conocido más parecido a la Tierra.

A sólo unos meses de viaje (lo que antes se tardaba en cruzar el charco hacia América) se encuentra un páramo desolado, frío y seco, pero que también es un planeta de tipo terrestre potencialmente habitable, bajo la actual visión astronómica.
 
De hecho, aunque este planeta está fuera de la llamada zona de habitabilidad, con una atmósfera más gruesa (la que tiene es básicamente ridícula) y una buena dosis de gases de efecto invernadero (incluyendo, por supuesto, vapor de agua y dióxido de carbono), Marte podría tener agua líquida en su superficie y soportar la vida terrestre que existe hoy día.
 
El problema no es la distancia al Sol, pues en ciertos lugares ecuatoriales
 se alcanzan los nada desagradables 20 grados de temperatura.

 El problema es que la atmósfera es tan poco densa que el agua hierve
 a casi cualquier temperatura.
 
Un fenómeno parecido pasa aquí en lo alto de las montañas, donde, curiosamente, se puede hervir un huevo a 60 grados centígrados.
 
Y es que en realidad, para que el agua se mantenga líquida, no hace falta 
una temperatura adecuada, sino una relación adecuada entre presión
 y temperatura.

 Como en nuestro gran planeta (comparado con Marte) la presión es casi siempre igual, sólo notamos que el agua hierve o se congela cuando cambia
 la temperatura.

 
Pero, ¿y qué pasa con planetas más grande que el nuestro?, 

en ellos, debido a su tamaño, existe más estabilidad entre temperatura
 y presión (suponiendo órbitas regulares como las nuestras). 

En principio tienen la misma probabilidad de ganarse la lotería y ser como nuestra Tierra o fallar y no tener en su superficie ese equilibrio que permita 
el agua líquida.
 
Venus, un planeta con casi la mismo tamaño que el nuestro, 
es el caso contrario. 

Tiene una atmósfera tan densa que el agua podría mantenerse en estado líquido sin problemas, pero en cambio, su cercanía al Sol 
y su extremadamente densa atmósfera han provocado que se convierta
 en un horno infernal, donde hasta el plomo en su superficie puede derretirse (la razón de que no hayan imágenes de Venus "a pie de calle" como en Marte).
 
Con temperaturas tan altas, el agua nunca puede alcanzar el estado líquido. 

Pues después de los 374 °C el agua ya no puede conservarse como tal. 

Dicho esto, a 273 atmósferas (doscientas setenta y tres veces la presión que ejerce
 el aire cuando estamos en la playa) el agua puede aún mantenerse en estado líquido hasta a esa increíble temperatura.

Y aquí  vuelvo a plantear el asunto de las super-tierras. 

Pues es importante hacer constar que un planeta con mayor masa
 tiene varios factores a su favor:
 
  1. Tiene mayor gravedad: 

    por lo que la atmósfera no se escapa con tanta facilidad al espacio 
    (como es el caso del pequeño Marte)

  2. Tiene más materia: 

    algo intrínseco a la masa, lo que redunda en una atmósfera más gruesa.

  3. Conserva su calor interno por más tiempo: 

    es decir, la tectónica de placas y los volcanes seguirán activos durante la mayor parte de la vida del planeta.
Tomando estas cosas en cuenta, es presumible pensar que los planetas más grandes poseen atmósferas mas gruesas y, sabiendo que estas atmósferas tienen más presión, la consecuencia lógica es pensar que los planetas rocosos más grandes tienen más probabilidad de poseer agua líquida en su superficie; tomando como premisa que todos estos planetas, más pequeños o más grandes, tienen en principio la misma posibilidad de orbitar más cerca o más lejos de su sol.

Si esto es así, sólo las futuras mediciones y descubrimientos lo dirán. 

Pero parece bastante probable que en un futuro cercano descubramos planetas con agua líquida en su superficie.

 Y la pregunta es: ¿qué haremos cuando eso ocurra?

Si el planeta esta a cien años de distancia, ¿nos atreveremos a visitarlo? 

y si descubrimos que podemos vivir en su superficie, ¿qué pasará con Marte?

Por supuesto, hacerse estas preguntas ahora es como preguntarnos 
si dejaremos de usar la mula que se ve en aquella colina para buscar el centauro que vive sólo en nuestras ilusiones. 

Pero a diferencia de eso, un planeta habitable (sin necesidad 
de transformaciones a escala mundial) es mucho más plausible que un caballo con alas legendario…
Después de todo, estamos sentados sobre una roca inimaginablemente grande que flota entre cientos de millones

de millones de rocas inimaginablemente más grandes o inimaginablemente más pequeñas.

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