viernes, 3 de junio de 2011

El Mercader y el Universo


Comprar sueños, vender anhelos. 
El mercader está en la tienda.
 El escaparate luce repleto de vida, allí están las alegrías,
 las tristezas, el amor y el odio. 

Las vitrinas doradas de luz exhiben la amistad, el respeto, 
la soledad y la nostalgia. 

El mercader está en la plaza de la vida, los clientes entran en su tienda. 

Parecen extraviados, su mirada está vacía, su corazón no latía. 

¿Qué hacen allí? Lo buscaban a él.

El mercader toma su pluma. 
Está escribiendo en su libro.
 Conoce cada alma en su tienda, cada ser perdido que peregrina
 en el universo. 

Aquél necesitaba amor, a aquél le sobraba orgullo. 

El mercader era un médico haciendo recetas, 
 quería componer la maquinaria biológica que todos tenían estropeada.

Algunos aceptaban. 
Otros simplemente se marchaban de su tienda. 
Querían vagar por el cosmos, vacíos por dentro. 
Aunque el mercader podía repararlos, se negaban,
 pues además de vacios, su corazón estaba ciego.

El mercader reparte sus mercancías.
 Realiza una danza acompasada por la música que cada ser entonaba.
 El universo se movía con las notas que los corazones
 de aquellos armonizaban. 

De sus manos salían los regalos que cada ser buscaba,
 a la par en que recibía lo que ellos deseaban extraer de sus corazones. 

Aquella catarsis se extendió por varios minutos, el sentimiento sublime que depuraba al universo no deseaba detenerse, la música reinaba el cielo
 y la tierra como lluvia que riega los campos. 

La armonía era perfecta. 
El silencio reinó cuando el Mercader se detuvo. 

Los presentes habían cambiado. 
Ya no eran maquinarias imperfectas, toda su arquitectura
ahora era perfecta. 

 El mercader salió de su tienda, invitando a todos hacia el exterior. 
Una mesa brillante adornaba de los más exquisitos manjares
 se encontraba en medio de la luz radiante. 
Estaban todos invitados a cenar con él, pues desde ese día,
 nunca más habían de separarse.


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