Ahí va otra vez ese ridículo y tenaz cazador de fantasmas.
Siempre igual; con esa monomanía obsesiva,
que lo ha llevado a investigar ante cualquier sospecha,
sin importarle absolutamente nada.
Así es como lo he podido ver,
buscando en los pasadizos subterráneos de esta vieja ciudad,
en las antiguas casonas coloniales, y en cualquier lugar,
donde crea que puede encontrar algún espectro;
y siempre; siempre, sin resultado.
Desde que supe de su interminable búsqueda,
que me oculto de él; hace ya…
cuatrocientos años.

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