domingo, 3 de julio de 2011

La Vía Láctea... cada barrio



Universo es el nombre de un gran país, de un todo inmenso en el que las distancias no pueden ser equiparadas a las de un granito de arena llamado planeta. 
Por ello, se miden en años-luz o, también, en parsecs. 
Un año-luz es el espacio recorrido en un año por la luz, que viaja a 300.000 km/s, y equivale a 1013 km. 
Un parsec es la distancia desde la cual el Sol y la Tierra se ven separados por un ángulo de un segundo de arco y corresponde a unos 3x1013 km.
En este Universo, los habitantes (la materia) se concentran en millones de ciudades denominadas galaxias. 
Algunas son emplazamientos aislados; otras están unidas por la atracción gravitatoria generada por su masa y forman las provincias. 
El Grupo Local, cuya dimensión es del orden del megaparsec
 (106 parsecs), es una de ellas.
 En la lejanía, parece un todo moviéndose con un solo centro
 de masas, pero conforme uno se acerca a él se disciernen objetos
 y vacíos.
 Hay ciudades pequeñas como las Nubes de Magallanes, M33, M110, la enana del Escultor o la enana de la Osa Menor; pero también dos grandes capitales, la Vía Láctea y Andrómeda (M31), que entre ambas suman el 99% de la población de la provincia.
La Vía Láctea es una galaxia de tipo espiral que se ha puesto de moda especialmente por unos seres nimios (los humanos) que el Universo en pleno considera entrañables.
 Estudian los pedazos de roca, el gas, y las estrellas cercanos creyéndose con ello instruidos. 
Viven en un guijarro (su Tierra) que gira en torno a una estrella (su Sol) en una ciudad (su Vía Láctea). 
Son una curiosidad cosmológica.
 Un poco ególatras, pero ingeniosos en sus planteamientos.
 Como apenas consiguen moverse de su casa y desde allí parte de la galaxia está oculta por el polvo interestelar, la escudriñan con aparatos que permiten ver los tipos de radiación que atraviesan esa bruma (radio, infrarrojo, rayos X y gamma), en lugar del visible y el ultravioleta.
 El Sistema Solar donde habitan estos seres se sitúa en los suburbios de la ciudad, a unos 25.000 años-luz del centro de la galaxia, en el barrio del Disco.
Como aliciente turístico, están las Nubes de Magallanes (LMC y SMC), dos ciudades provincianas que han conseguido evitar ser meros dormitorios.
 Bastante independientes, no hacen un intercambio continuo de materia con la Vía Láctea.
 Sin embargo, no pueden evitar que la masa de la capital determine su forma.
Ya se sabe, es difícil escapar al influjo de las grandes urbes.
La Imaginación no sabe si visitar o no la Vía Láctea.
 Ya conoce Andrómeda, que también es una galaxia espiral, y quizá no valga la pena.
 La ventaja que tiene es que, como no es un ser real, puede viajar más rápido que la luz, que tarda muchos años en atravesar la galaxia. 
Si fuera un cuerpo con masa no podría adelantarla, ya que según la Teoría de la Relatividad de Einstein, conforme un cuerpo se acelera, pesa más y necesita más energía para continuar avanzando, y ello se convierte en un círculo vicioso.
Al final se convence y emprende el camino.
 Tiene miedo a perderse y no encontrar a nadie a quien preguntar, sabe que en la zona entre galaxias la población es menor y está más dispersa que dentro de ellas.
Pasa por los aledaños de Andrómeda, pero no se para.
 Ya distingue el brillo a lo lejos de la Vía Láctea que, como en cualquier otra ciudad, procede de las reacciones de fusión de hidrógeno en helio que ocurren dentro de las estrellas.
En la guía turística que se ha comprado lee que los tres principales barrios de la Vía Láctea se distinguen por la población que los ocupa y su ubicación.
 El Halo es periférico, denso y habitado por gente vieja y acomodada.
 El Disco es un área nueva, llena de parejas jóvenes con hijos.
 La zona de marcha, teatros y cines, es el Bulbo y, especialmente, su parte central, el Núcleo. 
La Imaginación sabe que ahora mismo hay una obra en cartel muy interesante de título:
 ¿Hay un agujero negro entre nosotros?
Su libro afirma que la densidad de población es elevada en el Halo y el Disco, pero que la luz procede sobre todo del segundo.
 Será porque los niños siempre se olvidan de cerrar el interruptor...
 Hay diferentes vías de acceso hasta el centro de la galaxia.
 El viajero informado sabe que por las vías rápidas superior e inferior sólo se atraviesa el Halo, no hay necesidad de pasar por el Disco, que se extiende en el plano galáctico.
 Vista de lado, la galaxia parece un platillo volante, de lado a lado mide unos 30.000 parsecs y de ancho unos 300 parsecs.
A la Imaginación le han aconsejado que no deje de pasar por el Disco.
 Por ello, toma la vía, más larga, que la llevará a través de uno de los brazos, por el plano galáctico hacia el centro.
 Este camino tiene la ventaja añadida de pasar cerca del Sistema Solar, que se encuentra unos 8.000 parsecs antes del núcleo, ligeramente desviado de la ruta.
Ella ya sabe, por algo ha estado en Andrómeda, que el Disco de una galaxia espiral es uno de sus componentes más significativos, del cual salen unas estructuras similares a brazos que se enrollan por la rotación continua de la galaxia.
 Este giro no es como el de un sólido rígido.
 Aquí, el gas y las estrellas dan vueltas de manera ordenada, aunque más rápida hacia el interior.
 Debido a esto, la materia se retuerce y forma brazos, en la Vía Láctea los principales son Sagitario y Perseo.
De repente, la Imaginación empieza a notar la presencia de masa que ejerce una influencia sobre ella, que la atrae; pero no ve nada. 
Recuerda que el Halo carece de límites claros, ya debe haber llegado a la ciudad.
 Este barrio está ocupado por materia oscura viejísima, remanente de la formación de la galaxia.
 Como esta materia en su mayor parte no aparece en forma estelar, no irradia y no es visible.
El Disco, en cambio, sí se deja ver profusamente.
 Sus estrellas forman familias llamadas cúmulos, con un origen común. 
Cuanto más jóvenes son, más claro es su parentesco, luego se dispersan un poco (¡la adolescencia ya se sabe!).
 Su relación familiar se aprecia bien en los brazos, donde las estrellas tienen menos edad, y en los cúmulos globulares.
Precisamente, la Imaginación, que ha continuado avanzando, se encuentra frente a frente con ellos.
 En la Vía Láctea hay unos doscientos cúmulos globulares, cada uno de los cuales puede llegar al millón de estrellas.
 En la lejanía, le parecen objetos compactos muy luminosos, pero cuando se acerca ve que están formados por muchísimas partes.
Su distribución particular, alrededor del Bulbo; su evolución, independiente de la del resto de la galaxia; y su edad, muy avanzada; casi les ha dado estatus de barrio, pero todavía están en negociaciones.
En el Disco, la energía, que es muy grande, ioniza el hidrógeno presente dando lugar a las regiones H2, que son la cuna de las estrellas.
 La reproducción asistida por la radiación ocurre principalmente en los brazos, donde la formación estelar es continua y el resultado son estrellas azules muy masivas extremadamente energéticas.
 Generan tanta radiación (principalmente en el ultravioleta), que consumen todo el hidrógeno disponible, que es mucho, en poco tiempo.
 Son especialmente glotonas.
 Suelen acabar como supernovas, con una gran explosión que expulsa su material al medio interestelar.
 Sólo habitan en el Disco porque su corta vida no les da tiempo a alejarse.
La Imaginación sabe que, al aumentar la temperatura de un cuerpo, su espectro de luz se desplaza hacia el azul.
 Por ello, no se sorprende de que las estrellas masivas no sean rojas, aunque en el imaginario popular lo caliente se represente de este color.
 En este barrio también se encuentran estrellas gigantes, del tamaño del Sol, grandes pero no masivas, que al hacerse mayores se hinchan.
A lo lejos se aprecia el Sistema Solar, pero le da una cierta pereza ir hasta allí.
 Cree que es de esos lugares sobrevalorados y a lo mejor no llega a tiempo para el teatro.
 Quizás a la vuelta, si le apetece, puede acercarse.
El barrio del Bulbo es encantador, lleno de vida, más pequeño que los demás y de forma elíptica.
 En él, las estrellas son de muchos tipos y aunque las estadísticas digan que su población es más vieja que la del Disco, se encuentran estrellas gigantes y zonas con hidrógeno ionizado.
 No sólo viejas estrellas renegadas, formadas en el inicio de la galaxia, con pocos metales, y vestidas de rojo por el halo de material frío que las rodea.
La zona de marcha, de interacción, ocupa los veinte parsecs centrales de la galaxia.
 Es una barra de estrellas y gas yendo arriba y abajo con movimientos radiales causados por expansiones y atracciones, por fenómenos violentos.
 Aquí los movimientos ya no son circulares como en el barrio colindante y la densidad es mucho mayor.
 La física actúa de manera diferente.
 En este lugar desconocido las acciones son muy energéticas y hay burbujas de material en expansión que envuelven a las estrellas.
 Hay amoníaco (por tanto, nitrógeno) carbono, silicio...
 Es donde la Imaginación quería llegar para perder un poco la cabeza, y también para broncearse.
 En esta zona, la densidad estelar es tan grande que la energía calienta el material a miles de grados Kelvin.
 ¡Qué diferencia con el Disco, donde en las zonas más alejadas de las estrellas hay material frío, a menos de cien grados Kelvin!
La Imaginación se encamina finalmente al teatro Sagitario A.
 Es un sitio pequeño, con un diámetro inferior a la diezmilésima parte de un parsec.
 Está repleto, suerte ha tenido de conseguir entrada.
 Los actores no se dejan ver, pero su presencia se adivina porque su masa elevada y concentrada ejerce una gran influencia sobre la velocidad a la que el público estelar se mueve esperando el comienzo.
 La obra ¿Hay un agujero negro entre nosotros? se representa en radio, un tipo de radiación generada por el aumento de la masa del agujero negro, que cada vez es más denso.
 Y es que esto de la farándula es muy atractivo y a los que se acercan demasiado (incluida la luz) les cuesta escapar de su poderosa gravedad superficial.
 ¿Podrá la Imaginación regresar al lugar de donde procede o sucumbirá ella también al encanto de la obra? 

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