Desde pequeña poseo la extraña facultad de ver los colores
que desprende la gente.
Al principio pensé que todos los veían como yo, pero pronto me di cuenta de que no era así y que empezaba a ser considerada un bicho raro por hacer comentarios sobre la aureola cromática de las personas.
Por eso decidí no volver a hablar del tema y lo integré en silencio en mi día a día: cada vez que quería saber el tipo de persona que tenía delante, entornaba ligeramente los párpados, vislumbraba sus colores y me hacía una idea muy certera de quien era, cómo se sentía y cuáles eran sus intenciones.
Jugaba con ventaja.
Todo fue fácil hasta que llegaron ellos y se propagaron por todos los rincones: los seres en blanco y negro.
by. quisiera contarte
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